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Miércoles 7 de diciembre de 2011, Costa Rica
Pasión por el deporte

Opinión

El hábito no hace al técnico

Amado Hidalgo

Periodista

Nadie hubiese creído que aquellos dos futbolistas terminarían como técnicos de cartel en poco tiempo.

Óscar Ramírez casi siempre rehuía a la prensa, aunque cuando habló lo hizo de forma sensata. Jafet Soto tampoco tenía aires de líder, pese a que en la cancha era director de orquesta, como “El Machillo”.

Siempre fueron de bajo perfil, producto de una mezcla de humildad y timidez. Nada que ver con la personalidad de un futuro estratega, locuaz, confrontativo y con mando.

Aunque decían que era la mano derecha de Medford, la mayoría pensó que el destino de Óscar sería ese: el de un segundo hablando, sin echarse la bronca de ser la primera voz e imponerse ante tanto gallito de pelea que suele irrumpir en los vestidores. Cuando asumió a Santos la interrogante seguía en el aire. Y cuando llegó a la Liga, abrió aun más el signo de pregunta: ¿Sería capaz de reinstalar en el trono a un equipo sacudido por la sequía de títulos? Hoy va para su tercera final consecutiva y todavía no arranca pasiones en las gradas, donde la condena está a la orden del día. Lo acusan por austero, por mezquino en el juego, por calculador, porque le falta glamour. Pero eso es cosa de fanáticos… El éxito se erige como su invencible defensor.

A Jafet lo adoran en Heredia. Pero antes de esa idolatría, lo que hubo fue otra gran duda. Todos pensábamos que Lavolpe lo llamó porque era al único tico con quien tuvo cercanía en México, y necesitaba unos ojos incondicionales que le enseñaran a ver en este paisito futbolero que al final le resultó más chico de la cuenta. Su designación parecía una “sotelada” más. Otro error: Jafet nos descubrió a un estratega brillante, visionario, potenciador de virtudes.

Uno bendito por su iglesia y otro en penitencia constante. Pero los dos con el mérito de triunfar fieles a un estilo, con lucidez, sin sacar pecho ni vender versiones baratas de intelectuales de la pizarra.