Ayer me volvió el alma al cuerpo en Buenos Aires. No por lo sucedido porque le pasa a cualquiera, sino porque me pasó en otro país.
Tras asistir a una entrevista, salí del edificio donde me encontraba y vaya sorpresa, el automóvil que alquilé no estaba. ¡Se lo robaron!, fue lo que pensé, y en la cajuela del vehículo estaba mi pasaporte, la computadora y demás herramientas de trabajo.
Traté de calmarme, pero sin duda mi cara le decía a cualquiera que algo malo me había pasado.
Acudí a quienes lo conocen todo, o casi todo, en cualquier país, los taxistas y uno me dijo: “no te robaron ché, seguro llegó la grúa y se lo llevaron”. Eso me tranquilizó y el hombre me llevó donde el Tránsito deja los carros mal estacionados.
No había una señal que indicara que en esa zona no se podía estacionar. Todo cambió cuando encontré el auto y todas mis pertenencias.
Tras pagar la multa, salí del sitio de la policía como si nada, conduciendo y pensé, ¿por qué en Costa Rica no es igual? En nuestro terruño le quitan las placas al vehículo, le cobran un multón que ronda los 125 mil colones y es un trámite engorroso que lleva días para recuperar el carro.
Ahhh y aunque los inspectores digan que no, dependiendo los días que pase el carro confiscado, se pierde más de un valor y nadie sabe nada, aparte de que algunos de nuestros oficiales de Tránsito no lo tratan a uno de la mejor manera.
Ayer, en Buenos Aires, la multa por mal estacionamiento fue de 200 pesos argentinos, unos 30 mil colones, comparado con las cifras que cobran en Tiquicia.
Con razón la mayoría de ticos apelan los partes o pegan el “salacuartazo”, porque nos desangran con esas multas. ¿Por qué en Costa Rica no hacen igual que en Argentina? Es simple verdad, uno se pega el susto, pero paga una multa pequeña, cómoda, se lleva el carro y los planteles no estarían atiborrados de chuzos y chatarras como sucede en los parqueos del Tránsito en nuestro país.
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