A veces se habla mucho y se hace poco. Eso no lleva a ninguna parte, sobre todo si está de por medio la fe y la comunión con Cristo.
Pero también a veces “recibimos las cosas de quien vengan”, es decir, si creo que el que habla es fariseo, rechazo su propuesta.
Los que no son coherentes a su discurso resultan odiosos, fallidos y erróneos, pero no por ello descalifiquemos la doctrina que predican. Ese prejuicio nos pondría en riesgo de perder riqueza. Si el que ocupa la “cátedra de Moisés” no vive el mensaje, no bloqueemos el mensaje que nos anuncia.
La propuesta de Jesús es cumplir con todo lo que nos anuncian, pero que no nos guiemos por sus obras pues muchos líderes científicos, comerciales, políticos o religiosos, atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los otros, mientras que ellos no quieren moverlas ni con el dedo. Pero no atendamos al contenedor que nos da el mensaje, vayamos al fondo y enriquezcámonos con los aportes que nos dan, a pesar de sus testimonios fallidos.
Por ello Jesús hoy nos aconseja no dejarnos llamar “maestro”, porque la enseñanza cierta viene solo del Padre Dios, nosotros no somos sino hermanos. Y no dejemos que nos llamen “padre”, porque solo hay un Padre en el cielo. La abundancia de la sabiduría a veces enferma al ser humano, por ello no hay que dejarse llamar “doctor”, porque solo el Mesías es la sabiduría misma de Dios.
Al tiempo Jesús define la senda para el que quiera ser “el más grande”. Declara que el que pretenda esa posición debe asumir condición de “servidor” de todos.
Tarea compleja la que nos propone Cristo: comprender que la vida humana que fue teñida por la fe en Él, debe ser transformada por esa misma fe.
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