Periodista
A muchas mujeres en forma peyorativa -especialmente a la suegras- nos llaman brujas...
Y en fechas donde los aquelarres y los sortilegios tienen su minuto de fama, vale la pena analizar si efectivamente, somos hijas de la magia y del conjuro.
Veamos: No es raro ver a una mujer hacer que dos huevos alcancen para una familia de cinco y que del pan de la mañana alcance para el café de la tarde...
Ni qué decir de cómo transforma su cocina en una laboratorio donde hierbas, frutos y trocitos de algún animal vacuno, se convierten en un apetitoso picadillo con un sabor que hechiza y que se extraña cuando la bruja mayor ha partido al infinito...
Sin tener conocimientos de medicina, es capaz de borrar el peor dolor del cuerpo o del alma con una mágica caricia por la parte adolorida, una aguadulce caliente y un caldito de pollo...
¡Ah! Si se frustra, la defraudan o atacan a sus crías, bufará improperios nacidos de las entrañas del tiempo y como una furiosa hechicera buscará sin descanso a quien le quite la paz...
¿Gatos negros? Sí, pero también rayados, amarillos, blancos con negro, zagüates, perros rencos y hasta callejeros, serán sus compañeros de soledades y de nidos vacíos...
Me queda pendiente el asunto de la escoba... Mmm... no importa qué tan tarde sea. Cuando llegue del trabajo cerca de la medianoche, la tomará en sus manos, se transformará de nuevo, y... ¡se pondrá a barrer para que amanezca limpia la casa donde habita su familia.
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