Trípoli, Libia.- Emblema del poder de un déspota que gobernó durante 42 años envuelto en un aura de misterio, el complejo de Bab al-Aziziyah, la fortaleza de Muammar al Gadafi, que fue expugnada por las fuerzas rebeldes, se ha vuelto un centro de peregrinación y de turismo para cientos de miles de libios.
Caído el régimen de shashufa (“pelucón”, como llaman ahora despectivamente al coronel), todos quieren ver esa ciudad prohibida y recorrer los kilómetros de túneles subterráneos de los que tanto se oyó hablar, y que Gadafi seguramente usó para esfumarse en la nada. Todos quieren tocar con sus manos lo que queda de esos tesoros que el déspota acumuló, mientras su pueblo vivía en la miseria.
Bab al-Aziziyah ya no es lo que era. Lo que era prohibido, exclusivo del líder supremo, ahora es público. Se ha vuelto el monumento al fin de una era que ya nadie quiere que vuelva.
La famosa escultura del puño de metal que aplasta al jet norteamericano, monumento que recuerda el ataque al búnker de Gadafi ordenado por Ronald Reagan en 1986, ya no está. Una densa columna de humo negro se levanta de un edificio del mítico complejo, donde se ven llegar decenas de autos con familias enteras que sacan fotos, pasean y se meten en los túneles subterráneos y en los suntuosos jardines y mansiones de la familia Gadafi.
Rodeados de mansiones
Todo es destrucción en la otrora misteriosa e inexpugnable fortaleza, donde aún hay cadáveres tirados en el piso. El complejo donde vivía Gadafi, camuflado detrás de una colina llena de plantas, se destaca por tener bellísimos jardines, una pileta rodeada por un piso de deck, garajes, quinchos y lujosas casas.
Hay varias mansiones, todas conectadas por patios y pasillos, todas muy amplias y construidas con materiales de lujo entre el verde de plantas.
Llama la atención el lujo de una cocina que la gente dice que pertenecía a Aisha, la hija de Gadafi, que parece salida de una revista de decoración. Luego de que los rebeldes libios ingresasen a la capital Trípoli, la semana pasada, la casa de Aisha fue una de varias saqueadas; ella vivía en una mansión de dos pisos con piscina interior y sauna.
Pero lo que más atracción causa son los famosos túneles subterráneos, ya que Gadafi construyó una red inmensa que tenía 60 salidas. Desde alcantarillas escondidas en diversos puntos del jardín, se encuentran los agujeros desde los cuales, a través de escalerillas de metal verdes, se baja a los túneles.
Estos son corredores de dos metros de ancho por dos y medio de alto, en los que resulta fácil perderse: como un laberinto larguísimo, tienen diversas salidas.
Por una de esas salidas habría escapado el líder libio.