Nacionales
Domingo 15 de abril de 2012, Costa Rica

De hoy

El Evangelio

Álvaro Sáenz Zúñiga

Presbítero

asaenz@liturgo.org

La liturgia hoy nos habla de lo sucedido dos domingos seguidos, el día de la resurrección, y ocho días después.

Jesús ha vencido la muerte. Es la conclusión a la que llegaron Pedro y Juan al no hallar el cuerpo en el sepulcro. No vieron al resucitado, pero las vendas y el sudario les hicieron pensar esto. El Maestro lo había anunciado.

El Señor Resucitado se les aparece esa misma tarde. Las puertas están cerradas. Jesús llega y les dice: «¡La paz esté con ustedes!». La misteriosa presencia viene sin ruido, serena, desborda la fuerza de Dios, su misericordia.

Para los apóstoles aquel primer encuentro fue formidable: ven al Resucitado, las llagas abiertas en manos, pies y costado. Constatan que su Señor ha surgido victorioso del abismo y encima de todo el Resucitado les concede administrar su misericordia infundiéndoles su Espíritu, que los lleva a la sensatez, los hace Iglesia, les confía la obra y les prepara a dar testimonio.

Como testigos deben transmitir la buena noticia. Tomás, el ausente, será el primero en recibir la noticia. Pero Tomás no les cree. Error grave. Tomás no logra percibir que sus amigos ya no son los mismos. No nota que la cobardía ha desaparecido, que ya forman Iglesia. Tomás no le cree a esa Iglesia naciente. Pide pruebas casi grotescas: meter sus dedos en las heridas de Jesús, su puño en el costado desgarrado.

A los ocho días vuelve Jesús. Domingo de nuevo, como hoy. Les renueva el don de su paz y reprocha a Tomás: “No seas incrédulo, sino hombre de fe”. El apóstol reacciona pronto y exclama: «¡Señor mío y Dios mío!». Pero Jesús subraya su imperfección: “porque has visto has creído”, y alaba a quienes vendríamos en el futuro: «¡Felices los que crean sin haber visto!».

Creer para alcanzar la vida eterna, es la premisa de este domingo. Hoy confirmamos la resurrección y se nos estimula a consagrar el domingo al Señor resucitado, creyendo sin límites y amando sin límites al que es compasivo y misericordioso.