En la cancha el fútbol es un juego, la pelota es la misma y los hombres también, once por bando tras un objetivo común: derrotar al rival y salir del campo henchidos de orgullo.
Afuera del rectángulo verde la historia cambia, se mueve toda una industria que va más allá de simples tres puntos; ventas de camisetas, ingresos de taquillas, patrocinios y un sinfín de alianzas cuyo único fin es cargar las arcas de dinero, y así sostener el club como una empresa más dentro del mercado.
Esa empresa dispone de “peones”, léase cuerpo técnico y jugadores, que en tiempos modernos dedican sus vidas a una profesión que les ofrece incontables garantías, más allá de la popularidad y reconocimiento.
No visten de traje entero ni usan corbata, tampoco pasan horas al frente de una computadora, mas ello no los exime de cobrar por sus servicios, unos más, otros menos, pero al fin y al cabo todos ponen la mano para recibir su salario cada final de mes como cualquier trabajador. Están en su derecho.
De pronto, se abren las fronteras, aparecen los representantes, empiezan las ofertas, los ojos brillan con el signo de euros; el paso a seguir es hacer la maleta, volar y cruzar el Atlántico.
Por los altoparlantes de la terminal aérea anuncian el destino, los más cotizados hacen fila para mudarse a España, Francia e Inglaterra; los menos optan por ligas de bajo perfil en las que los guantes y la ropa térmica se convierten en una pieza infaltable en el vestir diario.
Celso Borges, Jonathan McDonald, Michael Barrantes y por último, Randall “Chiqui” Brenes, por citar ejemplos, forman parte de una nómina de futbolistas que optaron por ligas no tan reconocidas, pero incomparables con respecto a Costa Rica en cuanto a los contratos que ofrecen.
La barrera del idioma, las temperaturas bajo cero, los huesos congelados importan poco cuando los hilos del fútbol los llevan a países no tan reconocidos, en cuanto a nivel balompédico.
Y el debate se abre de nuevo, ¿es más importante la plata que lo deportivo?
¿Vale la pena irse a un fútbol que pasa inadvetido en el Viejo Continente?
Si fuera por antecedentes inmediatos no queda duda que es así.
El caso más reciente lo ratifica sin aspavientos.
A mitad de semana se confirmó que el delantero cartaginés “Chiqui” Brenes empezará una aventura en el lejano Azerbaiyán.
Un país que desde que se creó el ranquín mensual de la la FIFA ocupó en promedio el puesto 111.
Y cuya liga, según la Federación Internacional de Historia y Estadística, es la #98 del planeta.
Tras estampar la firma con el Khazar Lenkoran, la noticia retumbó: “Chiqui” ganaría hasta diez veces más de lo que percibía de salario en el cuadro de la Vieja Metrópoli.
A sus 28 años la oferta le llegó en un inmejorable momento, similar a pegarse el “gordo” apenas en el segundo mes del año. No hay duda de que asegurará su futuro y el de su familia. Quizá anotó el mejor gol de su vida, a pesar del pobre nivel competitivo donde participará.
Su carrera entra en una etapa de madurez en la que por edad, las puertas no se abrirán con facilidad en el extranjero. “Chiqui” lo sabe y los hechos lo confirman.
Hoy en día la plata manda, para unos la cobija del balompié es corta, para otros es ancha y los protege del f´rio donde quiera que estén...
Los borucas no paran de hacer sus “diabluras”