Comayagua, Honduras/ AFP. - Temerosos y aún bajo conmoción, unos 500 reos sobrevivientes del atroz incendio que dejó 356 muertos en el penal hondureño de Comayagua, pasan los días en la incertidumbre, hacinados en las celdas, corredores y patios que no fueron devorados por las llamas.
Las autoridades decidieron por ahora mantener a los reos en lo que quedó de la cárcel de Comayagua, 90 kilómetros al norte de Tegucigalpa, casi la mitad de la cual fue consumida por el fuego en la noche del martes al miércoles por causas que se investigan con la participación de expertos estadounidenses.
Varios de los presos sobrevivientes tienen teléfonos celulares y llamaron a sus familias el día del siniestro para advertirles de lo que ocurría y, luego para avisarles de su estado.
“Yo no quiero que me mantengan en este penal, tiene una maldición que ya habíamos advertido, sabíamos que ese incendio iba a ocurrir tarde o temprano”, dijo Marco Valladares, mediante un celular desde el cual se comunicaba con su esposa, Marta López, en los portones de la prisión.
Valladares, quien purga una pena de 12 años por robo a mano armada e intento de asesinato (de los cuales aún le falta cumplir la mitad), dice que insistirá en que lo trasladen de prisión.
Como él, otros reos también son autorizados a salir de sus celdas para alguna labor de rehabilitación de la penitenciaría.
La prisión de Comayagua es una granja que albergaba a 852 presos (el doble de la capacidad del penal) acusados de asesinatos, secuestros, pandillaje y otros delitos, el 60 por ciento de los cuales no había recibido condena.