Nacionales
Domingo 14 de octubre de 2012, Costa Rica

Intervienen patrimonio para perpetuar huella del heroísmo

La Casona, bandera de nuestra libertad

Carlos Vargas, corresponsal

redaccion@aldia.co.cr

Liberia.- En la retina, los costarricenses tenemos grabada la estructura de la gran Casona de Santa Rosa, símbolo del heroísmo nacional.

Tan sufrida como los soldados costarricenses que desde ella batallaron, este tesoro patrimonial experimenta quebrantos y ha visto cómo su entereza estructural se corroe por el paso del tiempo.

Atentos a rescatarla, autoridades del Centro de Patrimonio Histórico del Ministerio de Cultura, iniciaron una completa obra de restauración, a cargo de la empresa América Ingeniería S.A.

Aunque al inicio la restauración se estimó en ¢170 millones, al final costará ¢245 millones.

En el Ministerio de Cultura lo atribuyen, en parte, a la afectación causada por el terremoto del 5 de setiembre en Nicoya.

El nombre de la Casona de Santa Rosa, proviene de la hacienda donde está situada. A su vez, habría sido puesto en honor a la primera santa de Latinoamérica: Santa Rosa de Lima, que es de gran devoción.

Los trabajos comenzaron a inicios de setiembre y se prolongarán hasta fin de año. De momento el acceso de los turistas a la casona está clausurado. Para la reapertura se planean efectuar actividades especiales.

Víctima de incendio en 2001

Aunque se busca guardar fidelidad con la verdad histórica, los encargados de este inmueble dejan claro que la casona original, donde se desarrolló la batalla de Santa Rosa el 20 de marzo de 1856, no es la misma que vemos hoy. Tampoco es la que estaba antes de que un cazador furtivo la incendiara en el 2001.

“Esta que tenemos es casi que íntegramente del 2002, cuando se reconstruyó luego del incendio. En documentos históricos consta que databa de 1895. Otra construida en el siglo XVIII, en la que tuvo lugar la batalla contra los filibusteros, ya había sido derribada”, aclaró Adriana Chavarría, una de las encargadas de este inmueble, convertido ahora en museo.

Eso sí, el lugar donde está ha sido siempre el mismo. Desde su primera versión ha estado construida sobre una cama de piedra. Los corrales de piedra que están frente a la casona y que se divisan desde sus balcones son los originales. Tienen cerca de tres siglos.

Quizás la última reconstrucción, en el 2002 no fue la mejor, pues a tan solo 10 años de realizada ya el tiempo le ha cobrado la factura y por eso requirió una urgente intervención.

Con maderas más fuertes

Adrián Vindas, director del Centro de Patrimonio Histórico del Ministerio de Cultura, indicó que las técnicas y materiales que se habían utilizado en el 2002 no fueron las más indicadas.

Por ejemplo, las maderas eran en su mayoría blancas, es decir, que no soportan tanto el paso del tiempo. Ahora se van a cambiar por piezas de mayor resistencia y mejor tratadas.

Esas maderas no las han podido ubicar en la zona. Fueron llevadas desde San José. Algunas son de hasta cinco metros, tamaños difíciles de conseguir.

Los repellos igualmente no duraron mucho, pues al parecer la mezcla entre limo y barro, así como la aplicación del pasto de pitilla, propios de la técnica del bahareque, no se hicieron en proporciones idóneas.

Eso produjo que se desprendieran algunos repellos. Con el reciente terremoto eso se agravó, lo que motivó a entrarle de lleno también a esa parte.

Lamentablemente, no se puede utilizar la técnica original de la colocación de piezas de caña brava amarradas con coyundas.

Sin embargo, la que se usa con reglas de madera para colocar el barro preparado funciona perfectamente, explicó Vindas.

El techo es otro de los componentes afectados gravemente y por eso se van a bajar las tejas, se les pondrá zinc para evitar las filtraciones y se colocarán nuevamente, sustituyendo las que están quebradas. Se tendrá nuevamente un techo igual al original, pero con las láminas de hierro debajo para constrarrestar filtraciones.

Los pisos son quizás los que mejor están, solo se van a cambiar algunas piezas, pues los tablones lucen tan fuertes como antaño.

Muchos de los visitantes son personas de edad avanzada o con dificultades para acceder al inmueble, por lo que se construirán rampas de acceso, que no desentonen con la arquitectura y ampliarán algunas puertas.

Según Alejandro Masís, director del Área de Conservación Guanacaste, anualmente unas 10 mil personas visitan este museo. De los visitantes, el 60 por ciento son nacionales.

Alma Nacional

Tesoro y orgullo histórico

En 1856, las tropas costarricenses expulsaron a los filibusteros en defensa de la soberanía.

Unidos por una causa

El 9 de mayo del 2001, un incendio la destruyó. En 40 minutos desaparecieron décadas de historia patria. Se convocó a una gran campaña nacional para recaudar fondos y reconstruirla.

Explosivo almacenado aumentó conflagración

Una bomba que databa de la guerra de 1955 , la cual se almacenaba en la casona, explotó a raíz del incendio y envió esquirlas a más de 200 metros.

Poco se pudo rescatar

Nada del museo se pudo rescatar. Sólo unas tinajas, unos metates, dos bayonetas, dos espadas y unos molederos. El fuego del 2001 destruyó tres salas, la capilla, el comedor, la bodega y una sala dedicada a la vida del sabanero.

La primera medición

El 1663 se hizo la medición de lo que serían los terrenos de la Hacienda. Juan Martín Villa Faña pidió las tierras a la reina de España.

Ha tenido 30 propietarios

Vista al patio y las bodegas desde arriba. Foto: Carlos Vargas.
Vista al patio y las bodegas desde arriba. Foto: Carlos Vargas.

La casona de Santa Rosa, que actualmente está siendo restaurada, es la tercera que se erige en el mismo lugar de esta enorme hacienda, la que hoy constituye un Parque Nacional de 110 mil hectáreas.

Los documentos históricos hablan de que ha tenido cerca de 30 propietarios, entre costarricenses y nicaragüenses.

Familias como los Gallegos en Costa Rica y los Barrios de Nicaragua fueron sus dueños.

El Gobierno de Costa Rica finalmente la expropió en 1970 y la convirtió en Parque Nacional el 27 de marzo de 1971. Actualmente es museo histórico y natural.