Miguel Salguero, periodista
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Las veladas, en ocasiones con algunos invitados como Pantaleón y Juana o “El Concho” Vindas, los tristes “Matrimonios Campesinos”, cuadros que por lo general pretendían ser artísticos, y alguna esporádica actividad cultural –como la llegada de un circo en las principales cabeceras cantonales– constituían en los pueblos los únicos entretenimientos nocturnos.

Las pastillas contra el dolor de la marca Mejoral llevaban cine al aire libre muy de vez en cuando. A partir de la década de los cuarenta del siglo XX aparecieron las películas de 16 mm, con proyectores mucho más fáciles de instalar en cualquier salón, pues el de 35 mm exigía máquinas más grandes.

Recientemente, hemos sidos testigos de dos actividades, que no son excepción: La primera, en San Isidro de El General, donde los diferentes colegios participaron en concursos de cuento, poesía y bailes. ¡Qué cambio! La habilidad de los bailarines, a manera de ejemplo, nos dejó un grato sabor; lo mismo en la rama literaria. La segunda fue un concurso que se llevó a cabo en Cariari de Pococí, lugar que conocimos cuando el Instituto de Tierras y Colonización (actual IDA) hizo una colonia hace más de 40 años.

Otra enorme sorpresa nos la dieron profesores y alumnos del Cindea, con un festival cultural. Donde hubo selva y lucha tenaz entre las mayores privaciones, ahora hallamos una ciudad moderna y desarrollo artístico de muy alta calidad.

En ambos casos, el aplauso para profesores y alumnos porque el cambio ha sido para honrar a los precursores con sus veladas escolares.