La imagen de chico tímido y hasta un poco serio, queda de lado apenas se baja de la bicicleta y está lejos de la cámara.
Para quienes lo conocen a fondo, hasta debe resultar difícil que el joven charlatán, bromista y hasta algo disperso, fue el mismo que hace un mes competía con la crema y nata del ciclismo en el evento más importante de esa disciplina en el mundo.
Andrey Amador se convirtió en el más reciente orgullo de nuestro país. Él lo sabe, pero en su sencilla vida no le da tiempo para creerse y “jugar de vivo” como harían muchos en su situación.
Subido en la “bici” desde los dos años (y sin rodines) asegura que nunca se vio en otra cosa que no fuera practicando este deporte. Es algo que aunque no heredó, sí traía en las venas.
Su roce con el ciclismo profesional llegó a los 12 años y a los 17 corrió su primera vuelta a Costa Rica junto a su hermano Iván. Entre bromas aseguró que fue él quien enseñó a su hermano –cuatro años mayor– a andar en “bici”.
“En la Navidad del 97 nos dijeron que si pasábamos el año de estudios nos compraban una bicicleta, fue entonces cuando tuvimos la primera y en el sitio donde las adquirieron nos motivaron a meternos en competencias”, dijo.
Tortero desde pequeño y rebelde adolescente, ahora su mayor defecto se resume en ser algo desordenado.
Desde quemar un charral hasta “agarrarse” en el colegio, pero siempre con buenas notas, así resume la niñez y adolescencia que pasó en La Uruca. Ahora ya tiene 24 años.
Prometedora carrera
Pero no todo es vacilón en la vida del deportista.
El joven fue ejemplo de gallardía al convertirse en el primer centroamericano en participar en un Tour de Francia y competir con una lesión de grado dos en el tobillo, desde el primer día.
Su hazaña fue calificada como algo “extremo” por parte de los miembros de su equipo y como un milagro el hecho de que lograra llegar al final tras recorrer 3.430 kilómetros en 21 días soportando el dolor de pedalear con un pie hinchado.
“Lo más duro fue pasar cada etapa con dolor e ir en una posición pésima, eso era un poco desmotivante. No me gusta quedar de último. Había momentos en que yo no sabía si era bueno o no seguir, días en los que estaba bastante débil y sí consideré la posibilidad de salirme del Tour”, confesó.
Y es que nadie mejor que Andrey puede dar fe de que muchas veces las vueltas de la vida nos sorprenden más de lo que nos podemos imaginar.
Hasta hace unos meses su meta principal para este año era el “Giro de Italia”. Sin embargo, una fractura de clavícula semanas antes de que arrancara la carrera, lo dejó fuera de este evento, pero una recuperación milagrosa en corto tiempo hizo que estuviera listo para ser incluido en el Tour.
“No me imaginé llegar al Tour. Cuando empecé en el ciclismo tenía la ilusión era estar en un equipo profesional en Costa Rica como lo era Pizza Hut, luego la Vuelta a Costa Rica era otro sueño y ahí uno poco a poco se empieza a trazar objetivos y el mismo destino lo empieza a llevar a uno por donde uno va a trabajando”.
La misma determinación que lo obligó a continuar el Tour estando lesionado, fue la que lo llevó a no dudarlo dos veces cuando se le presentó la oportunidad de viajar a España.
Con 19 años, afirmó que sintió miedo, pero para combatirlo se compró un mono de peluche para que lo acompañara.
El impulso se lo dio el excorredor José Adrián Bonilla. “Me planteó la posibilidad de ir a Europa, entonces tenía mucho qué ganar y casi nada que perder, me tocó empezar en una de las categorías más inferiores, pero ese es el trampolín que todos pasan”, citó.
Así su carrera empezó a subir como la espuma hasta que logró vincularse primero con el equipo Caisse d’Epargne y luego pasar a Movistar, con el que llegó al Tour.
Allá ahora vive solo y asegura que le ha tocado aprender a “jugársela”: “desde hacer la comida, limpiar y lavar hago de todo”, dijo orgulloso.
Pero la distancia no ha hecho que el menor de los hermanos Amador deje de ser el “chineado” de doña Raisa (su mamá) que lo visita de vez en cuando en España para consentirlo.
De las españolas comentó que son guapas y hasta confesó haber tenido uno que otro “encuentro amoroso”, pero por ahora nada serio. Además, afirmó que prefiere las ticas.
Como todo joven de su edad vive despreocupado sobre el futuro, pero tiene claro que cuando se retire, piensa seguir relacionado al ciclismo con una escuela y una tienda. El matrimonio y los hijos por ahora no lo atraen, pero sabe que en algún momento llegarán.
“Creo que de aquí a 10 años toca tener ya algo formal”, dijo.
Por ahora, lo único que lo desvela es recuperarse de la lesión en el tobillo y hacer una buena pretemporada y ¿por qué no volver a estar en el Tour esta vez con una mejor suerte?