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Domingo 24 de julio de 2011, San José, Costa Rica
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Opinión

Las medallas que no se verán

Antonio Alfaro

Editor

analfaro@aldia.co.cr

Nery Brenes llegará muerto a la meta, a Gabriela Traña le dolerán los pies, Leo Chacón se agachará a tomar aire apoyado en sus rodillas, pero todo el esfuerzo, el sudor, los sacrificios y los sueños difícilmente alcanzarán para una medalla en Londres 2012.

No es desesperanza, tampoco pesimismo. En el inicio de la cuenta regresiva para los Juegos Olímpicos, tan solo trato de ubicar las ilusiones en la línea de salida, atentas al grito de en sus ¡marcas! ¡listos! ¡fuera!

A Nery Brenes, nuestro orgullo, responsable de hacernos sentir que hay vida después de las hermanas Poll, no le alcanzaría el mejor tiempo de su vida (44.84) para superar el que le dio la medalla de bronce a David Neville en los últimos Juegos (44.80).

Parecen poca cosa cuatro centésimas. No lo son. Nuestros demás representantes podrían estar aún más lejos de una presea, pero hay medallas que no se ven. Por esas tenemos que ir, apoyar, exigir, rezar, cruzar los dedos, ofrecer oportunidades como si el oro estuviera en disputa.

Están en juego aquellos logros intermedios que abren camino, se convierten en referencias, inspiran a los Nerys, a las Trañas, a los Leos, a los Moitlands, a los Manolos, del 2018, del 2022 y más allá.

Cuando Amador llegue hoy a los Campos Elíseos, casi colero del Tour, primer centroamericano en la ronda gala, en algún lugar de Costa Rica un niño estará soñando con pedalear un día rumbo a París.

Siempre me preguntaré: ¿Habría llegado Francisco Rivas hasta la medalla de plata con Sylvia Poll de no haber logrado el sétimo lugar con María del Milagro París ocho años atrás? ¿Habríamos disfrutado el oro de Claudia Poll, si su hermana no hubiese llegado antes al podio? Aunque son preguntas sin respuesta, algo hay en las medallas invisibles. Hay que ir por ellas.