Gabriela lépiz, esposa de rolando fonseca
Un gran esposo, un verdadero padre, un hombre detallista. He compartido con Rolando gran parte de su vida, cada día que pasa no deja de sorprenderme por varias razones.
Es muy romántico, en la mañana cuando enciendo mi celular lo primero que encuentro es un mensaje suyo, pega papelitos en la casa recordándome cuanto me ama, cuando salgo del país me recibe con pétalos de rosa desplegados en cada rincón de nuestro hogar…
Es un hombre distinto, cariñoso, apegado a quienes lo rodean, sensible y sobre todo un ser humando que de la mano de Dios se brinda de lleno en todo lo que hace.
El Rolando con el que comparto a diario ama a nuestros hijos, es dedicado a ellos, los cuida y protege, no deja nada al azar, un padre excepcional que está al tanto de lo que necesiten tanto ellos como yo.
Junto a él he visto muy de cerca el éxito toda su carrera; también momentos difíciles los hemos pasado, como cuando vivíamos en Colombia y a 600 metros de nuestra casa explotó una bomba. Pese a aquella dificultad nunca dudé en acompañarlo en todas sus experiencias afuera del país, buena parte de ella acumulada en Guatemala, el país que tanto amamos por el cariño que recibimos.
Cada gol que mete lo celebramos como si fuera el primero, de chilena, olímpico, de cabeza, no nos cansamos nunca de celebrar su éxito porque se lo merece. Siempre nos identificamos con él sin importar la camiseta que vistió porque su profesionalismo nos lo decía todo.
Rolando no deja que nadie le gane, se esfuerza, recibe golpes y se levanta, no baja los brazos ni agacha la cabeza; esas han sido las claves de una trayectoria impecable de 20 años.
En casa no estamos tristes porque deja el fútbol, al contrario, sabemos que en la vida los ciclos se cumplen; él seguirá ligado de una u otra forma porque ama este deporte.
A partir de hoy lo tendremos con nosotros todos los fines de semana y de verdad que nos alegramos, lo seguiremos apoyando en lo que haga donde sea y como sea. ¡Gracias Rolando!