Procedentes de Burica, Talamanca, Quitirrisí o Chirripó, cerca de 300 muchachos engalanaron ayer las canchas de La Sabana y olvidaron las grandes caminatas, los sofocantes calores y la indiferencia de la gente, para entregarse de lleno a la Copa Indígena.
Allí demostraron que todos son ganadores, pues no solo hubo una disputa leal y competitiva, sino que le dan la espalda a las drogas, un flagelo que afecta a muchas de esas comunidades y abren los brazos al deporte.
Es cierto que no hubo regates a lo Messi, ni corridas como las de Marcelo, goles como los de Cristiano Ronaldo, ni la potencia de Marta, la mejor jugadora del mundo, pero ninguno de ellos iguala en coraje y lucha a nuestros muchachos indígenas.
Más allá de los resultados, de la táctica o de la técnica imperfecta hasta para parar un balón, es escalofriante escuchar las pericias que deben enfrentar cuando quieren entrenar.
No en todos los casos, eso sí, algunos, como los Malekos de Guatuso, confesaron conocer San José y jugar con regularidad contra equipos de la zona.
Otros, como los de Conte Burica pasan verdaderas odiseas.
Hoy, la Copa llega a su fin, con dos juegos llenos de tensión, pues cada quien quiere ganar. A las 8 a.m., final de mujeres Conte Burica - Terraba; a las 10 a.m. Terraba - Boruca, en hombres.
Esos 300 muchachos ya son verdaderos campeones.
No dejan el terruño
Algunos viven en Conte Burica y tienen que caminar hasta cinco horas para entrenar, pero no cambian su hogar por San José.
Aparte de esa caminada, viajaron nueve horas en autobús para llegar a la capital.
“A mí San José me gusta, pero allá hay campo para caminar, uno no se preocupa de nada, solo de que no lo pique una serpiente. En San José lo pueden asaltar a uno”, expresó Natalia Rodríguez.
Verónica Atencio tampoco se iría de Conte, aunque también le agradó San José, lugar que no conocía.
Pero no todos piensan así. Waltrude Bejarano, de 20 años, cree que sí se adaptaría a la capital.
Video: momentos de la Copa Indígena. Franklin Arroyo.
