El IV domingo de Pascua es día del Buen Pastor. Hoy el texto de la liturgia propone dos ideas. La primera la legitimidad de Jesús como Pastor. Él lo declara y debemos seguirle. El que no camina por él será un impostor. El pastor genuino vive la íntima comunión con Cristo y reproduce al buen Pastor.
Lo segundo es la urgencia de la relación Pastor y ovejas. Cristo conoce a sus ovejas. La Palabra lo atestigua en aquella frase de Juan: “Él llama a cada una por su nombre y las hace salir”.
Porque no basta con que Cristo nos conozca. Debemos reforzar nuestra intimidad con Él.
Hoy urgimos a los pequeños a no acercarse a desconocidos. Si no les hacemos conocer a Cristo, ¿cómo podrán estarle cerca? Urge que anunciemos al Señor.
Seguimos al que conocemos, a quien nos atrae. Busquemos su familiaridad, su conocimiento. Cristo nos ama y nos salva. Aprendamos a seguirle y mostrémoslo a los niños. Jesús guía el rebaño, reconozcamos su voz.
Y Jesús agrega: “Yo soy la puerta”, con una condición exclusiva y excluyente: “El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento”, redefiniendo el camino de la humanidad al decir que ha venido “para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia”.
El Señor nos conoce, pero quiere que le conozcamos, le aceptemos, intimemos con él.
Vivir en Cristo es lo esencial, conocerle y amarle, atender a su llamada, abrirle la puerta para que nos dé su consuelo. Que podamos entrar y salir por él, madurar en su nombre y ser sus siervos. Solo así aprenderemos a vivir humanamente.
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