Cartago. - Trabajan a la intemperie la mayoría de veces, bajo condiciones climatológicas adversas y en ocasiones su ardua labor no es reconocida, pese a que sin ellos no habría que comer.
A lo largo y ancho del país, cientos de agricultores celebran hoy su día en medio de una súplica al Gobierno para que les ayude a paliar la crisis que enfrentan los diferentes sectores productivos.
Antes de que salga el sol, decenas de agricultores dejan sus casas para esperar el carro que los llevará hasta las diferentes fincas, como lo constatamos el martes pasado, en las cercanías al volcán Irazú; en el poblado San Juan de Chicuá y Potrero Cerrado.
Son las 5:30 a.m. a menos de un kilómetro del Irazú. Allí es normal observar “pick-ups” cargados en el cajón con personas enfundadas en abrigos gruesos, gorras y guantes, atuendos de uso común en esta fría zona.
Ese día, en medio de un desolado camino de piedra, a las 5:40 a.m. nos topamos a José María López Mora, de 58 años, conocido como “Chema”. Junto a sus caballos, Janicio y Chancho, se dirigía a una finca situada a dos kilómetros del volcán.
Ya había recorrido parte de los 15 kilómetros que lo separaban de su vivienda, en Buenos Aires de Pacayas de Alvarado, Cartago.
Su objetivo era el de aporcar (eliminar únicamente las malezas de los alrededores) una cosecha de papa con la ayuda de un arado y su caballo, que caminaba en medio las diversas zanjas angostas de tierra. A unos metros, el peón Andrés Álvarez cargaba una asada, con la que depuraba.
Con gran precisión y sin volver la mirada, “Chema” se escupió las manos y al grito de “surco, surco” tomó fuerte a su caballo de 22 años, quien casi de forma mecánica conocía el recorrido.
Camaradería entre repollales
Bajo una pertinaz lluvia, un grupo de hombres en el sector de Cholos –en San Juan de Chicuá– y quienes vestían capas amarillas trabajaban en la corta de 200 kilos de repollo morado que entregarían esa misma mañana.
Se trataba de Carlos Montenegro, Wálter Gómez, Gabriel Montenegro y Marco Vega Sanabria, conocido “Don Ramón”, por su parecido con el personaje mexicano de “El Chavo del 8”. (Ver nota aparte).
Pese a que el trabajo era pesado y en ocasiones incómodo por la lluvia y viento que los golpeaba, se mantuvieron alegres y hasta bromistas cuando se les consultó cómo celebrarían su día.
Entre risas y tranquilos aseguraron que “es un día normal”, nada más que este año caía un domingo, por lo que ninguno tenía planeado algo en especial.
Un aspecto que repitieron con frecuencia en las fincas fueron los problemas para vender sus productos en el país debido – según ellos– a los diversos Tratados de Libre Comercio que se han firmado los últimos meses.
Hora de “burrear”
En el poblado de Pisco de Potrero Cerrado, a las 9:30 a.m., un grupo de 15 personas, entre hombres y mujeres, dejaron sus herramientas con las que trasplantaban cebolla por unos minutos para desayunar, o como ellos mismos dicen: “la hora de burrear” (un desayuno fuerte a media jornada). Para ello sacaron de sus bultos termos de comida, de todos los tamaños y colores que pueda imaginar.
Una mezcla de olores invadió la pequeña bodega, donde un pequeño gato se aprovechaba de los granos que caían al suelo.
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