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Domingo 15 de mayo de 2011, San José, Costa Rica

Editorial

“Cría fama, pero con un ojo abierto”

Redacción

redaccion@aldia.co.cr

El cierre del local de Mc Donald’s ubicado frente al Banco Central de Costa Rica en el centro de la capital, fue clausurado por el Ministerio de Salud y la Municipalidad de San José esta semana que pasó, por varias fallas que el protocolo de funcionamiento exige y que el sitio no cumplía.

La noticia sorprende, en primera instancia, porque se trata de un local casi legendario para toda una generación (se inauguró en 1970 como primer restaurante de esa marca en el país) y porque los estándares de la franquicia han sido de buen nivel. Sin embargo, la nota se sale del contexto de lo insólito, porque en su gestión cotidiana, el Ministerio de Salud cierra cada mes entre 15 y 30 locales como sodas y restaurantes, por incumplir requisitos que garanticen la salud y seguridad de todos sus clientes.

Las razones que la entidad tiene para hacerlo no obedecen al capricho: malas prácticas higiénicas, carencia de cursos de manipulación de alimentos para los empleados, instalaciones eléctricas inadecuadas, incumplimiento a la Ley 7.600, permiso de funcionamiento vencido, mal tratamiento de aguas, entre varias.

Una de ellas es suficiente para la clausura, el problema es que en muchos casos se violenta el protocolo con varias infracciones a la vez.

En una nota de la periodista Angie López para Al Día publicada el pasado 8 de abril, la ministra de Salud, María Luisa Ávila, informó que son pocos los casos extremos de incumplimiento de normas de salubridad. Sin embargo, han tenido que clausurar negocios reconocidos como La Princesa Marina en Moravia, la Churrería Manolo’s en San José centro y Café Mundo, en barrio Otoya, también en San José.

Y mientras tanto, con solo darse una vuelta el fin de semana en los gigantescos centros comerciales, los “food court” están a reventar pues el paseo familiar con frecuencia prefiere visitar estos sitios, donde a punta de “codazos”, largas filas y precios aparentemente “más cómodos”, las familias ticas se embuten en asientos diseñados para que quepa más cantidad de gente, sin considerar la comodidad o la paz de un almuerzo domingueño.

La pregunta flota entre los “combos” y las súper promociones: ¿puede el Ministerio de Salud controlar con escasos 80 inspectores la cantidad de sodas, restaurantes tradicionales o de comida rápida y lenta digestión que proliferan por cualquier parte del país? Difícilmente.

¿Lo hacen los usuarios preguntándose si lo que reciben a cambio de su lealtad a la marca incluye también higiene, más preparación de los empleados y seguridad en la manipulación de lo que consumen? Difícilmente.

Como dijo la Dra. Ávila en la nota referida: “La gente debe trabajar bien, no por el temor a un cierre o a una orden sanitaria, sino por cuidar su negocio”.

Y tiene razón, porque la fama, el buen nombre y la calidad a toda costa, no se logran con solo mercadeo, sino con consistencia, constancia y responsabilidad social.