Costa Rica fue el décimo país que visitaron los 15 dinosaurios robotizados en tamaño real y hoy es el último día para que las familias se acerquen a una exposición que les dará una idea sobre algunos animales que habitaron el planeta hace millones de años.
Unas 35 mil personas, la mayoría nacionales y buena parte estudiantes de escuelas y colegios, visitaron la exposición y según Alejandro León –parte de la de la organización–, lo que más atrajo fue el realismo.
Sostuvo que hoy de 10 a.m. a 8 p.m., en Torre Geko, serán las últimas visitas guiadas y los precios son de ¢6.000 adultos y ¢3.000 niños.
Sara Sequeira, una de las guías que cada 20 minutos ingresa con grupos a la exposición, se sabe de memoria las principales características de cada ejemplar y con la ayuda de un megáfono las explica a los visitantes.
A la entrada, el fósil de un Tiranosaurio sorprende a más de uno, ya que tiene un sensor y al detectar personas en la sala se mueve y lanza unos gruñidos que se oyen desde el sótano del edificio, aunque la exposición está en el quinto piso del inmueble.
La exhibición está certificada por Discovery Channel y esos sonidos se lograron con base en estudios científicos.
Quedan vestigios
En algunos animales que viven actualmente quedan vestigios de aquellos gigantes: iguanas, tortugas, cocodrilos, lagartos y el pez gaspar entre otros.
Por ejemplo, el Iguanodón tiene dientes y sistema óseo similar al de las iguanas, sin embargo, este llegaba a medir más de siete metros y pesaba 2.000 kilos. Como todos los dinosaurios, nacía de huevos, lo que también sucede con las iguanas.
En Argentina vivieron el Amargasaurio y el Carnotaurus o Toro Carnívoro. El primero tenía grandes espinas en su espalda y cola que le servían para mantener la temperatura del cuerpo. Sus patas eran similares a las de un elefante actual.
El gran tirano
Con 13 metros de largo y siete de alto, el Tiranosaurio es uno de los más imponentes de la muestra. Pesaba 10 mil kilos.
Los adultos tenían 70 dientes del tamaño de un banano cada uno. Las hembras ponían entre 20 y 30 huevos en un solo día.
Un gran olfato le ayudaba a detectar las presas y fue el gran depredador del período cretácico en Norteamérica.
Su vida era de unos 45 años y podía devorar sus propias crías al nacer.
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