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Domingo 2 de octubre de 2011, Costa Rica

De hoy

Evangelio

Álvaro Sáenz Zúñiga, presbítero

saenz@liturgo.org

La parábola de hoy nos desconcierta. Dios aparece débil, paciente, casi incapaz de defenderse de la injusticia y el abuso humano simbolizado en los arrendatarios de su finca.

Por tercera vez Mateo compara el Reino de los cielos con una plantación de uvas. Hoy oímos de los inmensos cuidados de aquel propietario por su campo. Y nos desconcierta: el que tanto amaba a su viña, la pone en manos de desconocidos.

Y allí surge el problema. Los que la arrendaron, ávidos y ambiciosos, quieren quedarse con ella. Y responden con insolencia a los intentos de cobro del arriendo. Los mensajeros reciben palizas, golpes, insultos, e incluso los matan.

Pero el asombro nos consume cuando el dueño de la finca, que reacciona con lentitud y parece no captar lo que pasa, llega al colmo de enviar a su Hijo, suponiendo que lo respetarán. Duele mucho oír lo que dicen aquellos hombres: “Este es el heredero: vamos a matarlo y a quedarnos con su herencia” y cómo lo sacan fuera, como los judíos harían con Jesús, y le quitan la vida.

La parábola sin duda nos habla del pueblo elegido y su rechazo del reino de los cielos. Dios les dio todo y ellos, no sólo atacaron a los profetas, los apedrearon e injuriaron, sino que llegarían a matar al mismísimo Hijo de Dios, tan solo por hablarles del amor con que el Padre los amaba. El dueño por fin castigará a aquellos infames.

Y el texto vuelve a desconcertarnos: el dueño busca otros interesados: quiere volver a arrendar la viña. La paciencia de Dios es inagotable. Cree que los humanos podemos cambiar, sigue confiando en nosotros y esperando que algún día seamos responsables y rindamos cuentas claras.

Un día terminará todo y Dios pagará a cada cual lo que le corresponde, pero de momento démosle gracias por seguir amándonos, por confiar en que un día aprenderemos a gobernar el mundo y esforcémonos mucho en responder a su confianza, construyendo con todas nuestras fuerzas su reino en esta tierra.