¿Qué le pareció la bronca del sábado pasado?
Fue una situación difícil y fea, se vio mal, se pudo prevenir.
¿De qué forma?
Cuando pita el penal a Pemberton, el árbitro debió expulsar, en vez de amonestar y allí comienza a incidir en el desarrollo del partido y por lógica en el resultado. Si no se ejecutan las reglas adecuadamente, se genera desconfianza en las víctimas y un sentimiento de tolerancia en los victimarios.
¿Arbitralmente, qué enseñanza dejó el juego?
Que hay que consolidar, dentro del terreno de juego, la autoridad. No se puede ser tolerante con nadie en los primeros 20 minutos de juego, porque eso lleva al irrespeto. No hay que permitir acciones que vayan en contra de la autoridad, del respeto a las reglas del juego o al fair play.
¿Hay diferencias con lo que le pasó a usted en el 79?
No sé ahora, no permití que variaran mi informe. Lo hice a conciencia, sin apoyarme en la tele. Vi el resumen, pero lo que no vi, no lo reporté, porque es faltar a la objetividad. Y era una contra mí, no era entre jugadores.
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