Periodista
Dicen que en el mar la vida es más sabrosa, pero ¿sabrosa para quién?
He tenido la oportunidad de compartir algunas semanas con pescadores de Tárcoles y sus familias, y me parece una vida más sencilla y en contacto con la naturaleza, pero también es más dura, incierta y llena de variables incontrolables.
La vida cerca del mar dista mucho de ser como en los veraneos o como es para los turistas residentes que vienen y se enamoran de nuestras bellezas escénicas e invierten en un proyecto y se quedan por acá.
La vida cerca del mar es contundente y hasta desastrosa si uno ve, como hemos visto en estos días, las casas de la gente de Caldera con la arena llegando a las canoas de sus antiguas viviendas.
Al contemplar esas imágenes yo me pregunto: ¿y por dónde se empieza de nuevo cuando la arena roza el techo de tu casa? ¿Cómo se desentierran las cositas, las fotos, aquellos recuerdos que solo estaban allí y los utensilios necesarios para la vida?
Estos vecinos ahora tienen miedo de irse y dejar lo poco que les queda porque no se sienten seguros de que les cumplan las promesas que les han hecho de una nueva vivienda y nuevas oportunidades en otros sitios.
“Lo que por agua viene, por agua se va”, pero esta es un sentencia muy dura para quien ve las olas llegar y llevarse todo lo que tiene, se espera y se ama.
La próxima vez que pasemos cerca de la playa, no nos quedemos en el factor solar, en el churchil o en el diseño del traje de baño. Hay quienes ven en cada golpe de ola una amenaza y una pesadilla de la que no despiertan.