Mientras el volcán Turrialba expulsaba ayer una pequeña pluma gris, el agricultor Alexánder Méndez Camacho, de 35 años, cargaba en su espalda una bomba de agroquímicos, sin mayor sobresalto, a unos 10 kilómetros de distancia del coloso, en la finca La Reunión.
Lucía más concentrado en desyerbar bien un surco de cuatro manzanas de repollos pequeños que en detenerse a ver el volcán a su espalda.
“Para mí está normal. No sabía nada de la alerta. Somos cinco compañeros que sembramos repollo y papa. Desde las 6 a.m. llegamos y a la 1 p.m. salimos”, afirmó Méndez, vecino de Capellades de Alvarado, en Cartago.
Fue enfático al recordar que lo de anteayer no tiene comparación con la erupción ocurrida en enero del 2010, cuando una erupción de ceniza les afectó.
“Esa vez la pérdida de producto fue considerable y quemó gran cantidad de pasto. Espero que no pase eso”, afirmó.