Periodista
Se acerca la romería, eco romería, peregrinación, la virtual...
Lo cierto es que un pueblo entero y otros hermanos (porque es bien sabido que hasta vienen de otros países a visitarla), caminan rumbo a Cartago para saludar a “La Negrita”, esa advocación de María que se parece tanto a nosotros: morena, sencilla, tallada en piedra, sin más joyas que su niño en brazos, su mejor regalo, nuestro mayor tesoro.
Es la fe la que mueve cada paso, aún de los que van sin ella, por caminar, o por acompañar a alguien, aunque sea por ir de vacilón con los amigos del barrio.
Familias enteras, solitarios, comunidades, ancianos, bebés alzados o en coche, mujeres, hombres, jóvenes, invisibles y visibles.
Todos caminando, como caminando va nuestro pueblo hacia lo que siga y nos espere.
Cada uno va por su propio milagro, a pagar su promesa personal, a abonar una curación, a redimir un pecado. Las razones son plurales y variadas como cada huella que se imprima en el camino lleno de rezos y cantos, acompañado por las estrellas, o la lluvia, o el frío de la madrugada.
En mi peregrinación interior me pregunto si se podrán pedir milagros colectivos. Esos que nos lleguen a todos parejitos, parejitos, sin tanta vuelta, alegato y procedimiento.
Seguro que si lo pedimos a la vez, “La Negrita” que es una gran chineadora nos lo cumple: un país con salida, equidad, abundancia en pan, trabajo, salud, esperanza.
Seguro que no es mucho pedir.
Seguro que si nos ponemos de acuerdo...
Pero como decía Cantinflas, “ahí está el detalle”. Lo importante es no perder la fe.