Domingo 16 de septiembre de 2012, Costa Rica

Evento “Tabú Costa Rica”

Insignias de guerreros

Neyssa Calvo Achoy

ncalvo@aldia.co.cr

Mientras los pequeños marchaban en las calles otros preparaban su mente para transformar sus cuerpos con insignias de guerras pasadas ayer entre las paredes del Club P epper"s en Zapote.

Mostrando sus tatuajes como preseas decenas se sumaron ayer al evento “Tabú Costa Rica” que no solo reunió a tatuadores profesionales sino a tres de los máximos exponentes en modificar su cuerpo: la mexicana María José Cristerna llamada “La Mujer Vampiro”, el estadounidense Matt Gone conocido como el “Tablero Humano” y el cirujano plástico Emilio González.

Las puertas se abrieron al filo del mediodía, dos horas después, y ante un escaso público se empezaron a escuchar las máquinas de los tatuadores que luego de un rato ya ni se sentían.

A eso de la 1 p.m. el grupo nacional La Milixia animó el evento, pero fueron barridos por los que a pocos metros sellaban sus cuerpos con algo de su historia.

“Vine a ver a los modificadores y quiero tomarme una foto con ellos pues todos tienen una vida que contar”, destacó Luz María Vargas, que llegó desde Alajuela.

Cuando el reloj marcó la 1:40 p.m., apareció Matt saludando a su paso y a los minutos Emilio acompañado de su novia América Noroño.

De inmediato ambos empezaron a trabajar, pues el cirujano se concentró en vender sus productos mientras se fotografiaba gratis con sus fans y el “Tablero Humano” en un pequeño escenario accedió a las fotos por ¢2 mil.

Pero el “show” sin duda se lo robó “La Mujer Vampiro” que custodiada por ocho motociclistas hizo su entrada triunfal subida en un Ford 32.

Con paso firme y su característica sonrisa se abrió paso y cobró ¢2.500 por una foto con ella.

“Mi deseo es que las mujeres luchen por su vida por eso llevo mi cabello rojo como protesta”, dijo como guerrera que es.

Se tatuó por Pinky

Jean Carlo Viales empezó a tatuarse hace cinco años y ayer sumó otro más a su cuerpo.

Le apasionan las calaveras, pero decidió marcar en su pierna a su mejor amigo: Pinky, un perro chihuahua que lo recibe en casa con mucha alegría desde hace 9 años.

“Casi se me muere y ha estado siempre conmigo”, dijo mientras Jeremy Soto hacía su trabajo.