Escazú.- El fuerte aguacero no la dejaba dormir, tampoco los incesantes aullidos de su perro. Esa noche del 3 de noviembre de 2010, todo era normal, pero un extraño y ensordecer ruido a las 11:40 p.m. la obligó a salir de la cama (ver infográfico).
Lo que observó por la ventana parecía una pesadilla: los vecinos, a quienes horas atrás había saludado, gritaban al ser arrastrados por un mar de lodo que alcanzaba casi la altura del balcón.
A un año del deslizamiento del cerro Pico Blanco y de la peor tragedia de este tipo que cobró la mayor cantidad de víctimas en la historia del país (24 en total), las escenas de terror no salen de la memoria de Ana María Mora.
Aún así ella, su esposo Rafael Jiménez, y unas nueve familias más se niegan a salir de la zona que, en la mayoría de los casos, les vio nacer. Tratan de renacer de los escombros y de los recuerdos.
En la falda del cerro, las rocas de todos los tamaños y las viviendas abandonas que quedaron en pie (algunas simples “esqueletos), evidencian la destrucción. “Antes pasaban los chiquitos y los adultos saludando. Todos nos conocíamos. Ahora no queda nadie aquí, no hay niños, no hay nada... ”, comentó Mora.
Hoy a las 10 a.m. realizarán una misa en la zona del desastre para recordar a los fallecidos.
Riesgo latente
Esa noche llovió casi la misma cantidad que la de todo un mes. Eso provocó un deslizamiento en el cerro Pico Blanco, que cayó al cauce de la quebrada Lajas. Lodo, piedras, árboles y demás material arrasaron con todo a su paso.
Rolando Mora, director de la escuela de Geología de la UCR, explicó que luego de estos eventos la ladera queda con una fuerte pendiente que busca estabilizarse.
“Siempre hay potencial importante de que vuelva a suceder un evento en el mismo sitio. Hace un año se puso en evidencia todo lo que puede pasar ahí”, explicó.
Los vecinos están en alerta ante cualquier situación. Rafael Jiménez comentó que se turnan para realizar un monitoreo del cerro. El miércoles, un equipo de Al Día lo acompañó en esa labor.
En el sitio es posible observar el rumbo que tomó el flujo de material. De la cima del cerro a la comunidad recorrió al menos 2,5 kilómetros. Cubrió más de 30 metros de ancho y alcanzó una altura de más de tres metros.
“Tres veces por semana subimos a la montaña y revisamos que no haya material reciente que indique algún desprendimiento. Analizamos el cauce ”, detalló.
Arnoldo Barahona, alcalde de Escazú, comentó que el proyecto de vivienda para reubicar a 54 familias estará listo en enero de 2013. Agregó que los vecinos reciben capacitación para que elaboren sus planes de prevención y evacuación de emergencia.
“Puede volver a suceder”
Entrevista a Rolando Mora, Director de la Escuela de Geología, UCR.
¿Cómo ocurrió el deslizamiento en Calle Lajas?
Ocurrió un pequeño deslizamiento en el cerro, pero cayó desde una altura muy grande y con una energía importante. El flujo incorporó gran cantidad de material del fondo de la quebrada y al llegar a la zona donde la pendiente se torna baja, el flujo deposita los materiales. Ahí estaban las casas.
¿Cuánto material y a que velocidad viajó?
El volumen no es muy grande, pero al caer y moverse por la quebrada incorporó mucho material suelto y se torna en avalancha con energía muy grande. Las velocidades oscilan entre 40 y 80 kilómetros por hora.
¿Un evento como este podía prevenirse?
Se puede tener idea de dónde pueden ocurrir esos deslizamientos. Muchos de esos, si se observan con imágenes de satélite y fotografías aéreas, se pueden identificar. También se pueden hacer mapas de susceptibilidad de ocurrencia.
¿Podría ocurrir una nueva avalancha en ese sitio?
Siempre hay un potencial importante de que vuelva a suceder un evento en el mismo sitio. En general, la zona de los cerros de Escazú tiene un potencial muy grande para ser afectada por este tipo de eventos.
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