Para la Fiscalía, fue un crimen brutal; eso nunca estuvo en discusión. A Joaquín Bejarano lo asesinaron en la casa de su madre; en presencia de su esposa... y sus tres hijos.
Ceferino García y Genaro Bejarano atacaron al curandero en la cocina. Antes, le anunciaron que le darían muerte. La víctima sufrió.
De Olivia Bejarano, la Fiscalía dijo: “agitaba más la situación de violencia y agresión hacia el ofendido, manifestándoles (a los hermanos García) que le dieran muerte al agraviado porque había cometido pecado”.
Por eso, ellos recibieron las penas más altas: 13 años y cuatro meses por homicidio calificado.
Un hermano de Ceferino, Rubén García, también fue enviado a prisión.
Sobre él recayó una sentencia de ocho años de cárcel, pero no por homicidio calificado. Bejarano fue la persona que retuvo a la esposa de la víctima para impedir que saliera en su defensa.
Aceptaron los cargos
Todos los sentenciados aceptaron su participación en los hechos. Tenían una “justificación”: limpiar el pueblo. A la Fiscalía le sonó a coartada.
De hecho, el juez destacó que tenían plena consciencia de la gravedad de sus actos.
La madre de Joaquín se enteró del crimen y de la detención de dos de sus hijos cuando cogía café en Naranjo. Durante siglos, los gnöbes (o guaymíes) han tenido una vida casi nómada entre Costa Rica y Panamá. Utilizan las mismas rutas que trazaron desde antes de la conquista.
Muchos de ellos se dicen costarricenses aunque carecen de documentos de identidad.
Durante la investigación, el cacique de la reserva indígena guaymí, Pedro Bejarano, negó a las autoridades que el crimen obedeciera “al embrujo” que sufrían algunas familias.