Nacionales
Domingo 5 de febrero de 2012, Costa Rica

Cosas de la vida

Pan con mantequilla así, sin más...

Ana Coralia Fernández Arias

Periodista

Cuando observo la discusión que se ha hecho en torno al contenido de las loncheras y la oferta de la sodas escolares, la prevención de la obesidad desde el centro educativo y la buena nutrición que deberíamos integrar a la dieta de nuestros niños, no puedo dejar de acordarme del bollito de pan con mantequilla que me envolvían en el mismo papel asedado en que venía y que llenaba mi bultillo de cuero de vaca de olor a desayuno casero y pueblerino.

En aquellos días (no hace muchos por si piensan que es viejera), íbamos a clases en seco. Bajábamos el pancillo con “fresco de perro” es decir, agua. Nada de fuentes aptas para humanos. La tomábamos de la misma pila donde lavaban el “paloe’piso”, oliendo a mecha húmeda y a jardinera.

En la escuela pública, a la que tuve el privilegio de asistir para aprender las reglas básicas de urbanidad y convivencia, además de leer y escribir, en los recreos nos tirábamos el pan con mantequilla así nada más.

De vez en cuando hacían “ventas” entre los grados para recaudar fondos para la fiesta de la alegría y entonces sí, había que rendir la pesetilla para un gallito de huevo duro con repollo y tomate, un queque seco, un fresquito de frutas o un arroz con leche, todo enviado desde las casas con el mayor cuidado y esmero.

Sí había uno que otro niño obeso, pero la mayoría éramos firuliches, pues la dieta no daba para “inflaciones” y mucho menos de las carne.

Dice Tatica Dios en alguna parte que “no solo de pan vive el hombre”, pero mi generación a punta de bollitos, le metió el “diez con hueco” a las Escrituras y sobrevivió, así sin más.