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Jueves 23 de febrero de 2012, Costa Rica
Pasión por el deporte

En la Ruta a Pérez Zeledón negocios son víctimas de vandalismo

Barras bravas atemorizan a comerciantes

Kenneth Hernández Cerdas

kenneth.hernandez@aldia.co.cr

¿Aló, Franklin?.Sí, a la orden; ¡Apúrese, el bus con la barra ya va para allá!...la voz de alerta provoca tensión.

Franklin Aguilar, quien trabaja de cajero en el restaurante Chespiritos #1 corre hacia las puertas y las cierra...adentro a la clientela no le queda otra que armarse de paciencia.

Minutos después, enfrente del local de comida, pasa un autobús con miembros de la “Ultra “, “La Doce” o “La Garra”, según el rival que tenga ese día Pérez Zeledón.

Al encontrar el sitio cerrado, nadie se baja pero el temor se apodera de todos...

Chespiritos #1, ubicado en el sector de Ojo de Agua camino al Cerro de la Muerte, es uno de los tantos locales apostados a la orilla de la carretera Interamericana, que han sido objeto de vandalismo de parte de integrantes de las llamadas barras bravas.

Los grupos que acogen aficionados de Saprissa, Alajuelense y el Herediano son la principal pesadilla de los comerciantes, cada vez que estos equipos visitan San Isidro de El General.

“Entran a comprar pero es lo menos que hacen, se roban lo que pueden, desde golosinas hasta platos, cucharas, lo que sea”, dijo Edwin Araya, del Kiosco La Unión en el sector de Empalme.

Tras vivir experiencias de hurtos, amenazas y actos de vandalismo, los dueños optan por cerrar parcialmente sus establecimientos, driblar el acecho de las barras y evitar así un problema mayor, aunque ello signifique pérdidas económicas.

¡Teléfono salvador!

“Aunque somos competencia entre todos nos avisamos por teléfono, preferimos cerrar una hora que tener abierto y exponernos a que nos limpien los negocios”, cuenta Jesús Mora, dueño del restaurante Everest, ubicado en el kilómetro 60 entre los pueblos de Cañón y Macho Gaft.

Desde El Empalme hasta La Georgina, la seguridad es limitada en vista de que la Fuerza Pública no tiene los recursos para cubrir a cabalidad la zona.

“Una vez escoltamos a la barra del Saprissa y cuando pensamos que ya estaban en una zona segura, pasaron al primer negocio que encontraron abierto e hicieron daños. Esos carambas son terribles, entran en pelota y entre la confusión se van sin pagar”, relató Manuel Romero, encargado de la Fuerza Pública en dicha región. “Mientras llega una patrulla el daño ya está hecho”, dice Luis Camacho, que labora en la “La Esquinita” en Cañón.

Aunque la situación tiende a no tocar freno, tomar la seguridad en sus manos no apunta a ser la solución para ellos. “Uno no puede enfrentarlos, lo mejor es cerrar puertas y si un día nos toman desprevenidos, quedará pedirle a Dios que no se les ocurra entrar”, concluyó Juan Carlos Vega, del Kiosco La Amistad.