Nacionales
Domingo 1 de julio de 2012, Costa Rica

De hoy

Evangelio

Álvaro Sáenz Zúñiga, presbítero

asaenz@liturgo.org

Hoy se nos plantean dos curaciones de Jesús, milagros que suceden sobre dos personas que no se conocen, pero tienen en común varios elementos: ser mujeres, tener ambas una enfermedad que las excluye de la vida (una está muriendo y la otra está muerta en vida, ya que es impura por flujos de sangre) y en ambas rige el número 12, una lleva 12 años excomulgada, la otra apenas si alcanza esa edad. Lo más importante es la fe, motor esencial de ambas curaciones, fe que reside, por una parte en la mujer con los flujos y por otra, en el padre de la pequeña.

Todos los elementos harán brotar la compasión de Jesús y eso provocará las curaciones. Ambas suceden “yendo de camino”. Es como si la senda por la que el Señor avanza se viera iluminada por estas dos oportunidades de compadecerse de dos víctimas de todo tipo de vejaciones e injusticias, obtendrán de su mano misericordiosa. Las curaciones, una de ellas hecha con plena intención y la otra escamoteada subrepticiamente, son una llamada que el Señor hace a sus discípulos: asumir su Palabra liberadora y misericordiosa. Nos pide decir no a la exclusión, al maltrato de quienes sufren, a la falta de fe.

Urgía que Jesús curara a la más joven, pero el encuentro fortuito con la primera causa retraso y eso parece impedir al Señor ejercer sus beneficios sobre la joven. “No temas, basta que creas”, le dirá Jesús al padre desesperado ante la noticia de la presunta muerte de su hija. Y acaso al hombre le haya servido la actitud de aquella mujer que se dijo a sí misma: “Con sólo tocar su manto quedaré curada”, y que recibió de Jesús una de las más bellas frases que se hayan oído: “Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada”.

A ver si la fe nos empieza a funcionar, pero sobre todo si empezamos a comportarnos como Jesús, abrazando, acogiendo, perdonando, resucitando.