Domingo 8 de julio de 2012, Costa Rica

El carro de James Dean

Maldición sobre ruedas

Por Patricia Recio

arecio@aldia.co.cr

“Vive rápido, muere joven y deja un cadáver bonito”, dijo en una ocasión el actor James Dean sin pensar que esa frase marcaría su vida o más bien representaría el fin de esta.

El actor que tan solo con tres películas logró convertirse en leyenda murió a los 24 años. El culpable: su Porshe 550 Spyder, al que un amigo suyo había bautizado “Little Bastard” (Pequeño bastardo).

Sobre este carro rondan un sin fin de leyendas que aseguran que este tenía una maldición, la cual empezó con la trágica muerte del actor, el 30 de setiembre de 1955.

Según el sitio lavanguardia.com, tras finalizar de filmar la película “Gigantes” Dean asistiría a una carrera de autos cerca de San Francisco.

Antes de ir a la carrera decidió llevar su automóvil a los talleres Competition Motors para afinar el motor y además instalar un cinturón de seguridad en el asiento del conductor.

Aunque el carro viajaba en un remolque, a pocos metros de llegar a su casa Dean decidió rodarlo un poco, pero la desgracia se cruzó en su camino cuando un Ford a toda velocidad, conducido por un estudiante, apareció de repente en un cruce y los vehículos colisionaron frontal y lateralmente.

El mecánico personal y amigo del actor quien lo acompañaba sufrió heridas de más gravedad pero murió años más tarde en otro accidente, mientras que el conductor del Ford solamente se rompió la nariz.

La maldición apenas comenzaba. Según el sitio tejiendoelmundo.com, un famoso restaurador, llamado George Barris, compró los restos del Porsche y llegando a su taller las cuerdas que lo sujetaban se soltaron y el carro le aplastó las piernas. El restaurador vendió los restos por partes a aficionados de carreras de autos.

El carro que recibió las dos ruedas se estrelló el día de su estreno luego de que los dos neumáticos se reventaran. Su piloto quedó en coma.

El motor se vendió a Troy McHenry y la caja de cambios a William Eschrid, dos aficionados a las carreras. Poco después, cuando uno competía contra el otro, McHenry perdió el control y se golpeó contra un árbol, murió en el acto. Eschrid quedó gravemente herido en la misma carrera al perder el control por un fallo mecánico.

Barris, quien todavía tenía partes del carro comenzó a creer en la maldición, por lo que quería deshacerse a toda costa de los restos que aún tenía, según publicó terra.com.

Una tarde, un joven que pretendía robar una parte del coche para tener un objeto de la estrella, perdió el brazo en el intento de robar el volante.

El lujoso auto fue a parar a un museo en California, como muestra de los peligros de la velocidad en carretera.

Aún ahí siguió haciendo de las suyas, pues en una ocasión cayó de la tarima donde se exhibía y le rompió la cadera a un joven visitante.

Finalmente decidieron destruirlo pero mientras era transportado a Nueva Orleans a un deshuesadero, un carro que viajaba tras el camión que lo transportaba lo impactó por detrás y el chofer fue a dar bajo las ruedas de “Little Bastard”, donde como la mayoría de sus víctimas perdió la vida.

Se dice que la exnovia de Dean, quien era aficionada a la magia negra le echó una maldición al carro, pues él la abandonó cuando se hizo famoso y usó el dinero con el que iban a comprar la casa para comprar el auto.

Pocas semanas antes de su muerte, Dean había hecho un comercial advirtiendo sobre los riesgos de la velocidad al volante. La noche antes de morir dejó su gato al cuidado de Liz Taylor.