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Domingo 21 de agosto de 2011, San José, Costa Rica

Editorial

El zapato que “chima”

Redacción Al Día

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La Volpe no significa fracaso. Significa lección. Fue más bien un curso intensivo de ¢250 millones, caro, pero aleccionador al fin y al cabo.

Así lo entendemos. Así parecen entenderlo también los dirigentes de nuestro fútbol, quienes religieron a Eduardo Li en la presidencia de la Fedefútbol, casi por votación unánime (26 votos contra tres), para los próximos cuatro años.

Volvamos a La Volpe. Con él repasamos, comprobamos y aprendimos (ojalá), por si el “Curso Maturana” no había sido suficiente, que no siempre alcanza con un técnico de altos kilates, renombrado y de logros reconocidos en otras latitudes. Maturana no tuvo en Costa Rica a Valderrama, aquel otro melenudo que parecía salido de “Piratas del Caribe”, pero que cortaba juego como nadie llamado Leonel Álvarez, ni al delantero Faustino Asprilla, una especie de “Eto’o” colombiano. La Volpe, autor intelectual de una de las mejores versiones de México, la que obligó a tiempos extra a Argentina en octavos de final de la Copa del Mundo del 2006, tampoco tuvo en Costa Rica a “Rafa” Márquez, a Guardado, a Pardo ni a Osorio o Salcido.

¿Entonces? ¿Asumimos nuestro bien interpretado papel de “pobrecitos”? ¿Bajamos la cabeza y decimos con resignación: no merecemos un técnico como La Volpe? ¡Jamás!

La lección es otra: no solo importa que el técnico sea bueno sino que calce con nuestro medio. La Volpe no calzó. Esperamos que Eduardo Li lo tenga muy claro en la segunda oportunidad para eligir al seleccionador que nos llevará en la ruta hacia Brasil 2014.

Si el zapato “chima” o queda flojo la culpa no es del zapato, sino de quien escogió un número menos o un número más. A La Volpe siempre le “chimó” el zapato del fútbol tico. Meses después de habérselo puesto, reveló la falta de referentes, de figuras, de legionarios de nivel. Si no se probó bien el zapato antes de comprarlo, en buena parte es culpa suya. También, un poco, de quien se lo vendió (Li es el gerente de la tienda).

Señor Li, queremos un técnico que se pruebe bien el zapato, tenga claro qué tiene y qué no tiene en nuestro limitado fútbol; un técnico que, además de capaz y conocedor de nuestro medio, se sienta a gusto con el reto, sin constantes avisos de partida, sin el ceño fruncido permanente.

Ya sabemos que nuestros jugadores no son los mejores del mundo. Para eso no necesitamos pagarle a nadie ¢25 millones mensuales. Nos lo dice de gratis el limpiabotas del Parque Central.

Ya sabemos, también, que con todas las limitaciones, con la inestabilidad de cuatro técnicos en cuatro años (Watson de interino, Medford, Kenton y Simoes), con todo lo malos que somos, con la puntería desviada, la mediacancha perdida y la táctica nunca perfeccionada, estuvimos peleando hasta el final la clasificación a Sudáfrica 2010. Habría sido el tercer mundial consecutivo de la “Sele”.

Con todos nuestros defectos y virtudes, y la disputa del boleto en Concacaf, Costa Rica no está tan lejos de los mundiales. Está siempre a un paso o dos, muy cerca, tanto que duele no darlos.

Esos dos pasos cuestan. Nadie dice lo contrario. Necesitamos un gran técnico dispuesto a trabajar duro, con los zapatos bien puestos y a su medida. ¡Que no le “chimen”!