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Feliz Navidad a todos. Este año el calendario hace que la solemne fiesta de la Navidad coincida con el domingo. Transcurridos los cuatro domingos del Adviento, la Navidad se abrió el sábado por la tarde para darnos esta enorme alegría: Hoy nos ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor.
La liturgia nos hace hoy tres propuestas bíblicas que conviene saborear. La primera, la celebración nocturna, un acontecimiento trascendental para la humanidad, el instante en que Dios entró en la historia para redimirla. María y José llegan a Belén y, al no encontrar posada, deben pasar la noche en el establo donde ella dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre. Los ángeles cantaban “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los que amados por Dios”, es decir, a todos.
Al amanecer la Iglesia nos recuerda que los pastores, que oyeron del nacimiento de un salvador, rey de los pastores, van a adorarlo. En el silencio del alba irrumpen en el establo, ven al Niño en el pesebre y comunican todo lo que se les ha dicho.
En la misa San Juan sintetiza el misterio y habla a los maduros en la fe, haciéndonos ver que desde el principio existía la Palabra, que esa Palabra estaba en Dios y que era Dios, para comunicarnos lo más importante: “La Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros”.
Jesús ha nacido para darnos la salvación. Nos trae un mensaje claro: Dios nos ama y él, su Hijo, no nace para condenarnos sino para que creyendo en Él, no muramos sino que tengamos vida eterna. Años atrás un viejo calendario señalaba este día como “del perdón y la reconciliación”, y agregaba: “Visita general de cárceles”. No es fiesta de superficialidades ni excesos. Es fiesta de la vida, la fraternidad, la igualdad y la solidaridad, de abandonar los vicios e iniciar una vida en la que aprendemos que Dios se ha hecho hombre para que nosotros podamos ser Dios. Feliz Navidad para todos.