Nacionales
Domingo 25 de diciembre de 2011, Costa Rica

Celebraciones de antaño no se olvidan

Costa Rica huele hoy a Navidad

Nicolás Aguilar R.

naguilar@nacion.com

Más de 70 años después, el soldadito de lata y una pequeña marimba lucen maltrechos, pero para su dueño, que los ve con ternura, como quien mira a un recién nacido, son tesoros invaluables.

Tras recorrer un largo camino cosechando éxitos, homenajes y el cariño de un pueblo que valora su legado, el músico Otto Vargas Rojas guarda dos juguetes que recibió en su niñez para Navidad y no los cambiaría por nada.

“Son como hijos”, afirma sin dejar de sonreír. Sus ojos se iluminan mientras los sostiene suavemente para no romperlos.

Eran otros tiempos.

Todavía era posible topar con carretas de bueyes en cualquier calle de San José, se viajaba en tranvía, mucha gente andaba descalza y no había televisión.

“Siempre fui muy ordenado. El soldadito (de la Primera Guerra Mundial) echaba chispas (por el cañón de la ametralladora) y por detrás tiene todavía unas letras que dicen: Made in Germany”, me cuenta este veterano músico, para quien “las Navidades eran antes mejor”.

“Nos llevaban a la casa de mi abuela materna, Engracia Solano, allá por la antigua Botica Solera. Allí pasábamos Navidad, juntos en familia. Los regalos los dejaban sobre la almohada. Era el Niñito Jesús quien los traía. El tal San Nicolás ese no existía”, exclama Vargas riendo alegremente.

Acaricia la bien cuidada marimba como a un bebé y su rostro se torna serio por unos segundos. “Supe que la compraron en el Mercado Central. Este regalo fue muy especial porque despertó en mi el instinto musical”, dice.

La música venía en sus venas. Ese 25 de diciembre (aunque no recuerda el año, no tenía más de 10 años), aprendió a tocar la marimba y pocas semanas después era la revelación y estrella de las llamadas “veladas” escolares”.

“Los juguetes eran sencillos: la muñeca de trapo, el caballo de palo, los papalotes y las carretas de bueyes... ahora todo es plata, comercio, materialismo”, sostiene.

Muñecas de ayote

En Alajuela vive doña Julia Pacheco, de 101 años; viuda de un grande del fútbol nacional: Alejandro Morera Soto. Ella también añora las Navidades de su infancia; sin electricidad, sin televisores, sin tanto ruido y peligros.

“Con un ayote hacíamos una muñeca para jugar. Le pintábamos la boca y los ojitos con trocitos de carbón y la envolvíamos en una cobija para chinearla. También nos hacíamos unas de trapo más bonitas”, dice sonriente.

A diferencia de hoy, cuando muchos niños anhelan computadoras y juegos electrónicos, José León Campos, vecino de Orotina de Alajuela, esperaba ansioso la Navidad para pedirle al Niñito bolas de fútbol, tacos y carritos de madera. “Una vez me trajo un rifle que disparaba un tapón de corcho amarrado con un hilo”, recuerda con gran gozo.

María del Socorro Campos Flores, de 96 años, aún recuerda con alegría el 25 de diciembre y su primer regalo. “Yo pedí una muñeca y en ese tiempo había unas llamadas chinas, con la cara de cerámica. Me dieron una, pero era muy pequeñita. No me gustó y a los días se quebró toda”.

Para ella, en su época había más respeto para las cosas de Dios y lo dice sin tapujos. “La gente compartía; hoy no. Este es otro mundo para mí.”, se lamenta.

Doña Hortensia Coto, de 81 años, vecina de Turrialba, recuerda la Navidad como una época en la que comían bananos sancochados, agua dulce, gallina frita, picadillos de chayote y tamales de chancho. “Había pachanga, se mataban cerdos y los rezos de Niñito eran con música de guitarra y violín”, dice. Luz Ramírez, de 86 años, también tiene añoranzas. “El Niñito traía un tamal, un delantalcito, una cocinita de lata o un juego de limpieza”, recuerda.

Colaboraron: Katty Chavarría, Carlos Hernández, Jorge Umaña, Fernando Gutiérrez y Francisco Barrantes.