Bastaba ver las afueras del aeropuerto internacional Santamaría la tarde del martes y no dejarse de congratular cada quien por este país.
Decenas de familias de diferentes localidades llenas de fervor, de emoción, de alegría, cimarronas y mascaradas, brindaron un merecido recibimiento a la delegación de 68 atletas que representaron al país en las Olimpiadas Especiales Atenas 2011.
Algo que llevó a más de uno a pensar ‘este sí que es el país más feliz del mundo’, ante las miradas sorprendidas de propios y extraños.
La celebración tuvo su punto culminante este jueves con el recorrido por la capital y cinco cantones josefinos y el recibimiento en la Casa Presidencial.
Regresaron triunfantes los muchachos de Atenas con una cosecha de 106 medallas: 39 de oro, 38 platas y 29 bronces.
El grupo superó los logros de cuatro años atrás en Shanghái cuando obtuvieron 67 medallas.
Pero no se trata de reconocer su extraordinario logro solo en las cifras de medallas, sino de destacar los valores que nos enseñan estos jóvenes en medio de sus limitaciones físicas y mientras el país se satura de violencia, mientras decenas de muchachos se pierden en drogas, mientras otros tantos desertan de sus estudios y muchos más abandonan sus hogares en busca de la vida fácil.
La actuación de los atletas de las Olimpiadas Especiales es un ejemplo puro de esfuerzo, sacrificio, disciplina, convicción de salir adelante en medio de cualquier adversidad.
“Hay perseverancia y disciplina”, destaca don Carlos Valverde, presidente de Olimpiadas Especiales de Costa Rica.
Para valorar en su mejor dimensión el camino recorrido por estos jóvenes atletas, el prisma debe pasar por su esfuerzo individual. Por el compromiso personal de cada muchacho y muchacha de salir adelante en la disciplina deportiva por la que se inclina. Por el rigor del entrenamiento y por el evidente deseo competitivo y de dejar muy en alto el nombre del país.
Junto a ello el apoyo de sus familias, padres, hermanos y hasta abuelos, que como el ejemplo de don Ovidio Sibaja, de 95 años, no se aguantó las ganas de ir al aeropuerto a recibir a su nieta Daniela Barrantes, medallista en gimnasia rítmica. Don Ovidio tampoco se guardó sus lágrimas de emoción al momento de recibirla a la triunfadora.
Sus lágrimas condensan ese amor filial, ese compromiso y sacrificio familiar, constante en ir adelante con el desarrollo de cada joven desde sus primeros centros de formación y entrenamiento, desde sus hogares. Por ahí pasa en mucho cada logro, cada éxito, cada medalla cosechada.
Y la organización; respaldo indispensable en planificación y supervisión; en hacer realidad en estructura y logística los afanes de tanto joven deseoso de participar que necesita de orientación, de guía y de apoyo, para, finalmente, estar preparados para asistir a una competencia mundial con todos sus desafíos.
Camino nada fácil hacia el mérito del reconocimiento pero que, forjado con mucho sacrificio, trabajo y visión, lleva a este grupo de muchachos, a sus familias y a sus organizadores a estar celebrando con todo el país el fecundo paso por Atenas 2011.
Ellos son todo un ejemplo para nuestra sociedad.
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