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Domingo 31 de julio de 2011, San José, Costa Rica

Editorial

Caja del Seguro, caja de Pandora

Esta fue una semana donde la pesadilla de muchos pareció cobrar vida: un sistema de salud históricamente exitoso y sólido y la promesa de asegurar cobertura médica prepagada por los costarricenses hoy y en los años venideros estuvo en la vitrina, sacó áreas vulnerables y un atisbo de que podría derrumbarse.

Hay varias razones que los analistas señalan como elementos impulsores de la llamada “Crisis de la Caja”: un efecto acumulado de gran déficit entre ingresos y gastos, recaudación deficiente, falta de reformas estructurales a lo interno de la entidad y ser más eficientes en el uso de los recursos humanos y tecnológicos.

Incluso, asumiendo el reto como un compromiso nacional, el efecto podría ser reversible para beneficio de los asegurados actuales y los que ingresarán al sistema en el futuro inmediato.

Lo que comenzó como una huelga de los trabajadores de la Caja y culminó con las renuncia del presidente ejecutivo del ICE, Eduardo Doryan y de la ministra de Salud, María Luisa Ávila, puso sobre la mesa tan delicado tema.

¿Y los asegurados qué tienen que decir al respecto? Mucho. Todo. La queja generalizada de problemas que por eternos, se han vuelto parte de la rutina y no parecen tener salida: filas interminables, citas alucinantes a cinco años plazo, atención descuidada por parte del personal básico, un plan de pensiones incierto donde se cotiza con la esperanza de llegar a disfrutar del beneficio y con la certeza de que probablemente el sistema colapsará tarde o temprano de seguir las cosas como están ahora.

Y como el tiempo no se detiene, una población creciente demanda más atención, más servicios, y protección de forma urgente.

¿De dónde sacan quienes se encargan de proveer el servicio que la enfermedad, el cáncer, la operación, la infección, el sustento de los ancianos y la medicina de los más necesitados pueden esperar?

Preocupa que los bastiones que han dado seguridad, sueño tranquilo y fortaleza a la sociedad costarricense como la atención a la salud, se vean debilitados por lo que parece falta de visión, planificación y respeto hacia los asegurados quienes le apostaron su fe y sus recursos al amparo de un sistema médico integral y autosuficiente que, puertas afuera de Costa Rica, es envidiado y replicado por otras naciones, incluyendo a las más desarrolladas.

Desvela que los colaboradores de la Caja, desde sus jerarcas hasta quienes atienden en mostrador, solo miren hacia adentro, sin tomar en cuenta como es, que sin el aporte de los actores sociales, ese pan seguro de cada día podría desboronarse.

Asusta que los malos manejos del patrimonio de todos y la falta de pago de sus responsabilidades repitan el disgusto de ver caer instituciones que han costado sangre sudor y lágrimas como ya pasó con el extinto Banco Anglo y que ahora también amenaza a otras entidades públicas del país.