A Joxiny Hidalgo le gustaban las mariposas. En cierta manera también parecía una de ellas: pasaba día y noche preparándose, como oruga dentro de un capullo para un día convertirse en médico.
Nunca discutió las razones con su madre, Xinia Gamboa, pero ella asume que escogió esta profesión porque era muy humana.
Doña Xinia la recuerda como una muchacha excesivamente estudiosa.
“Más bien había que estar sacándola de los cuadernos”, menciona con una risa algo nostálgica.
No era fiestera; todo lo contrario. Sus ratos libres los aprovechaba para hacer trabajos del colegio y solo salía los domingos por la noche.
Tampoco andaba en bicicleta, pues su madre siempre temió un accidente de tránsito. “Ella era los ojos de mi mamá y los míos. Éramos muy unidas; nos amábamos mucho”, recuerda Gamboa.
En la sala de su casa, en Los Jardines de San Ramón, hay un altar decorado con flores y mariposas de tela y de metal que transmiten parte de su esencia a quienes acuden cada día a orar.
Hidalgo fue la última de los nueve atropellados en cerrar sus alas. Falleció el 22 de julio en el Hospital México. En setiembre cumpliría 18 años.
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