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Sábado 4 de junio de 2011, San José, Costa Rica

Madre e hija

Subieron 250 metros antes solo para morir

Nicolás Aguilar R.

naguilar@nacion.com

Grecia.- Se levantaron como casi todos los días, a las 4 a.m. Tomaron café con un pedazo de pan, de prisa, y corrieron hasta la calle para esperar una buseta que las llevaría hasta su sitio de trabajo.

Madre e hija iban contentas porque era viernes y planeaban disfrutar con sus hijos y nietos este fin de semana.

Pero el destino tenía otro plan para ambas.

Las dos mujeres, oriundas de Estelí, Nicaragua, quienes llegaron al país en busca de mejores oportunidades de trabajo, abordaron un microbús que sería aplastado por un cabezal solo 250 metros después, en Altos de Peralta, en Grecia de Alajuela.

La sonrisa de ambas fue apagada violentamente. Madre e hija murieron entre las latas retorcidas, posiblemente en forma instantánea, según las autoridades.

Ellas eran Deisy Romero Olivas, de 32 años, y su madre Verónica Olivas Cruz, de 52.

Eran “trabajadoras, buenas y alegres”, recordó su hija y hermana, Yazmín, quien se quedó en la casa que alquilan, cerca del sitio del fatal accidente, porque tiene una lesión en una de sus rodillas.

“Mi mamá se despidió como siempre, toda contenta. Me dijo que ahí quedaba mi desayuno listo y se fue con la Deysi”, recordó.

Fueron las dos últimas personas que subieron a la buseta. Además de ellas murieron otras tres personas, incluido el conductor del microbús, de solo 18 años.

Por un sueño

Las dos mujeres llegaron al país persiguiendo un sueño.

Deisy se marchó de su pueblo Estelí hace casi cuatro años tras separarse de su esposo, con quien procreó tres hijos. Dos de ellos, una niña de seis años y un varón de 11, la acompañaron.

Se había propuesto “hacer platita, una vida nueva, ser feliz”, y por eso trabajaba duro para “reunir todos los cincos que pudiera”, relató ayer su hermana. Trabajaba ocho horas diarias, a veces más, en una planta destazadora de pollos y, pese al cansancio, nunca la escucharon quejarse. Su madre llegó la país en el 2009 solo para trabajar “una temporada, hacer plata” y regresar algún día a su amado Estelí. “No tenemos dinero, pero queremos enterrarlos allá”, dijo sollozando Yazmín.