Domingo 12 de junio de 2011, San José, Costa Rica

Aunque no lo crea

Atrapada en una burbuja

Neyssa Calvo

ncalvo@aldia.co.cr

Sale cuando las calles están vacías o cuando puede pasear a orilla de la playa en los días grises y cuando en la arena ya no hay gente.

Su nombre es Elvira Roda o como la conocen muchos “la chica burbuja” que lucha y le huye al pequeño rayo de sol, al aroma de un perfume, el polvo y todo aquello en el ambiente para poder sobrevivir.

Esta mujer de 38 años no tiene una dirección definida, pues anda por España, la tierra que la vio nacer, en busca de aire puro. En más de una ocasión ha tenido que mudarse porque la casa del vecino estaba siendo demolida o la fumigación en su comunidad afectó su organismo.

Sus padres le acondicionaron una casa cerca de la playa luego de regresar de Estados Unidos el año pasado donde recibió por dos años tratamiento médico.

Su vida es una constante lucha contra los aromas y hasta con su Gobierno para que le tienda una mano y reconozca su enfermedad: Sensibilidad Química Múltiple que no tiene cura y la obliga a huir de los agentes químicos.

¿De qué se trata? Es un mal ambiental crónico que, aunque aún no se conoce con precisión, provoca respuestas fisiológicas anómalas, tales como broncoespasmo, dolor pectoral, dermatitis, arritmias, problemas gastrointestinales, intolerancias alimenticias, dolores musculares, fatiga extrema, dificultad para respirar, visión borrosa, intolerancia al sonido y a numerosos agentes químicos sintéticos, incluso, a niveles muy bajos tolerados por la población, destaca Wikipedia.

Los días de Elvira empiezan a las 6 a.m., para poder ventilar su casa y empezar a preparar su comida. Todo debe hacerlo antes de las 11 a.m., porque pasada esa hora cierra las ventanas para impedir que ingresen olores en su casa. De lo contrario puede tener una recaída, publicó el sitio noticiasacofifa.com.

Pedro Simón, escritor español del díario El Mundo le preguntó una vez ¿Elvira que extrañas? Él pensó que le diría pasear, pero quedó en silencio al escuchar su respuesta: “Lo que más hecho de menos son los abrazos”.

“Si te pones triste se te van las fuerzas y las necesito todas. Vivo sola porque no soportas el olor de ningún producto ni cremas, colonias ni jabones artificiales. Mi casa está en penumbras por el sol y vivo pegada a un gotero intravenoso que me da las vitaminas que los alimentos deberían darme”, comentó Elvira a El Mundo.

Pero es feliz cuando logra escaparse a la playa al filo de la tarde y sentarse a pocos metros donde la espuma del mar se devuelve al océano sin nadie alrededor.

Allí respira el aire libre de agentes contaminantes y aunque sea por un instante, siente tener una vida quizás como la suya.