San Gabriel de Aserrí. A doña Hilda Mora Garro, de 70 años, la muerte le guiñó un ojo a las 2 a.m. de ayer en Tranquerillas de San Gabriel, cantón de Aserrí.
La tierra tembló y un estruendo infernal rompió violentamente su apacible sueño.
A como pudo, confundida y temerosa, se tiró de su cama para correr hasta la cocina, de donde provenía un fuerte ruido, según relató aún nerviosa.
Afuera, un torrente de tierra, árboles partidos en pedazos y trozos de la carretera, también restos de tres viviendas, bajaban arrasando todo a su paso, incluida parte de una bodega donde guardaba “chunches viejos”.
Doña Hilda se hizo un puñito para esperar lo peor. “Pensé que el Señor venía por mí. Era el fin del mundo; la muerte tocaba”, contó ayer antes de ingresar a su casa, todavía indecisa y nerviosa.
Curiosamente, el alud destruyó una de las paredes de la bodega y arrastró varios artículos para detenerse frente a una cruz de madera que doña Hilda había colocado, años atrás, “para que Diosito nos cuidara de todo mal”. La avalancha destruyó hectárea y media de un cafetal, postes del tendido eléctrico, así como parte del camino y tres casas abandonadas. “Creí que era el fin del mundo, pero Dios me dejó aquí otro ratito”.
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