El elemento central es el pan en el capítulo 6 de San Juan, pero ese pan presentará dos aspectos. Hoy nos centramos en el primero: el Pan de Vida.
Lo primero que hoy escuchamos de Jesús es una llamada de atención: «…ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse». Y de allí brota la sentencia que debe ser eje de nuestra vida, debemos “trabajar por el pan” que permanece hasta la Vida eterna, «el que les dará el Hijo del hombre».
Este reto es tajante: no debemos perder tiempo en lo que no tiene importancia, hay que radicalizar la fe. Sorprendidos, los que escuchan piden les aclare qué hacer. Jesús les responde de forma simple y directa «La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha enviado». Es decir, hay que creer en Cristo, cualquier otra cosa debe subordinarse a este principio fundamental, cualquier vivencia debe quedar “colgada” del marco básico de la radical adhesión a Cristo.
Y los oyentes, insensatos, respondieron a su propuesta pidiendo un signo, como poniendo condiciones para creer. A pesar de que ya han recibido suficientes, Jesús les dará un nuevo signo, el signo del Pan de Dios, que en nada se parece al que Moisés diera al pueblo en el desierto. Recibirán “Pan de Dios”, que baja del cielo para dar Vida al mundo.
Por supuesto, todos le piden, le exigen se les dé ese pan. Pero Jesús los sorprende declarando algo inaudito, resella su declaración asegurándoles: «Yo soy el pan de Vida». Es claro que fue difícil a los oyentes interpretar aquellas palabras. Pero Cristo establece su posición con evidente claridad garantizando que en él está resumida la respuesta de Dios al ser humano. Dios ya no pide sacrificios, ahora ofrece un alimento espiritual, tan excepcional que el que se acerque a Jesús «jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed».