Nacionales
Domingo 5 de agosto de 2012, Costa Rica

Adilia Monestel Vincenzi, educadora y madre de 100 años

“Extraño el respeto con el que fuimos criados”

Herlen Gutiérrez

herlen.gutierrez@nacion.com

Conversar con ella resulta muy agradable, más aún porque tiene una memoria envidiable que no se deteriora con el paso de los años y un humor que contagia a cualquiera.

Adilia Monestel Vincenzi cumplió 100 años el 26 de julio anterior, sin embargo, conserva en su mente momentos frescos de cómo era la vida antes. A pesar de su edad, camina sola, lee sin anteojos y tiene una dicción perfecta.

Sus añejas anécdotas la delatan como alguien que ha visto pasar el tiempo con alegría y vitalidad. A sus cien años esta madre de cabello plata, se declara aún enamorada de la profesión que por tantos años ejerció: la educación.

Comer y dormir bien son para ella las claves para tener una vida larga y sana.

Raíces

- ¿Dónde nació?

Nací en Tres Ríos, cantón de la Unión, el 26 de julio de 1912, en una familia de seis hermanos; tres hombres y tres mujeres. Mis padres fueron Ramón Monestel y Clarissa Vincenzi. Sobrevivimos un hermano y yo.

- ¿Alguna travesura que recuerde en su niñez?

Recuerdo que nos gustaba meternos a los potreros a robar frutas, parecíamos monos subidos en los palos y los dueños no se enojaban mientras no quebráramos los árboles.

¿Se hizo alguna herida de pequeña que recuerde?

Ni heridas ni quebraduras porque parecía un gato para subir árboles ya que me gustaba igualarme a los hombres, pero sí me hice raspones y una vez me caí de la tapia de la casa de don Fausto Calderón, la que ahora es Patrimonio Nacional en Tres Ríos.

- ¿Dónde estudió?

En la escuela de Tres Ríos y en la Escuela Normal de Heredia, de ahí salí formada como maestra. Mis mentores fueron Emma Gamboa, la que sale en el billete de ¢5 mil y don Omar Dengo.

- ¿Cómo fue la transición de la escuela al colegio?

Muy difícil porque tuve que salir de la casa para ir al colegio en Heredia, donde nos quedábamos a dormir en unas pensiones y nos devolvíamos a la casa los fines de semana en las cazadoras.

Más sano y seguro

- ¿Qué extraña de aquellos años, en comparación a la época actual?

Extraño la libertad y seguridad con la que vivíamos los niños y jóvenes, ahora todo es diferente; los niños viven como presos sin poder salir de sus casas por tanto peligro que hay en la calle. Recuerdo cuando íbamos al bosque de la Carpintera y los padres nos pedían que nos cuidáramos pero de una culebra, nunca de un asalto o violación.

- ¿Recuerda su primer beso?

Mi primer beso fue como a los 20 años con mi esposo y siendo ya novios, además que fue el primero y el único, porque antes no se acostumbraba andarse “besuqueando” por gusto con alguien. Los padres eran muy estrictos y nos cuidaban mucho.

- ¿Cómo conoció a su esposo?

Lo conocí en Turrialba porque me habían dado una plaza de maestra allá, y me fui a vivir a la casa de una compañera y sus papás. Un día vi a un hombre tan galán en un caballo que me hizo ojitos y yo le correspondí, así inició todo.

- ¿De su madre, recuerda alguna comida en especial?

La comida de antes era muy rica y mi mamá nos hacía olla de carne, también picadillos y arrocito que nunca faltaba en la mesa.

En la sangre

- ¿Cómo celebraban antes el Día de la Madre?

Se celebraba de forma muy sencilla, sin mucha pompa, a diferencia de como lo hacen ahora.

¿Cuál fue su primer regalo del Día de la Madre?

Recuerdo que mis compañeras me hicieron una canasta llena de cosas y me la llevaron a la casa después que nació mi primera hija, ya que tuve solo dos.

¿Por qué estudió educación?

Lo traigo en la sangre, mi madre era educadora y nos inculcó el amor a enseñar. Antes las carreras para las mujeres eran muy escasas. La enseñanza y la enfermería era lo que más se nos instaba a estudiar.

- Qué tenía la educación de antes que no se ve ahora?

Comienzo con el respeto, eso se ha perdido. Los niños ya ni permiso o por favor piden y el problema es que si el respeto no se consolida en la infancia, no permanece en el resto de la vida. Ahora son como robots, uno los observa con esos aparatos electrónicos y ni atención ponen cuando se les habla. Ya no les gusta leer libros.

- ¿Sintió miedo cuando impartió clases la primera vez?

No, nunca tuve miedo porque nos preparaban muy bien como educadoras. Nos hacían prácticas supervisadas para ver cómo nos desenvolvíamos con los niños. Los grupos de alumnos eran grandes.

¿Ha visto a alguno de sus ex alumnos sobresalir en algo?

Sí claro, muchos llegaron a ser profesionales, otros no, pero los recuerdo igual con cariño, ahorita me viene a la cabeza Carlos Roverssi, el actual vicecanciller, quien era muy inquieto.

- ¿Qué opina de la educación sexual en las escuelas?

No estoy de acuerdo, creo que la primera educación y acercamiento a esos temas debe ser con los padres. Ellos deben ser confidentes y darles confianza a los niños y jóvenes para que ellos no la busquen en otro lado.

¿Cuáles son sus secretos para mantenerse bien?

Comer frutas, verduras y carnes blancas, tener buenos hábitos como acostarse y levantarse temprano. Ante todo recomiendo mantener una actitud positiva. A las mujeres les digo que se arreglen sin importar la edad. A mí a estas alturas me gusta lucir bien.

Madre centenaria

Adilia Monestel Vincezi.

Edad: 100 años.

Hermanos: Tuvo seis.

Profesión: Maestra.

Hijos: Dos.

Nietos: Tres y bisnietos.

Pasatiempo: Leer mucho, caminar y bailar.

Programa: Los noticieros.

Música: Boleros y tangos.

Una comida: Le gusta todo lo que contenga vegetales, como los picadillos.

A quién admiró: A Pablo Neruda por su literatura; Omar Dengo quien fue su maestro junto a doña Emma Gamboa y a Luis Alberto Monge en política.

Flores favoritas: Rosas.

Color predilecto: El que combine con los colores de la Hortensia, el lila y celeste.