Nacionales
Domingo 15 de julio de 2012, Costa Rica

A nueve años del desastre / sobrevivientes dejaron el mar

“Ánimo, ya casi llega la hora, tengamos fe”

Hugo Solano

hsolano@aldia.co.cr

Al capitán Saúl Quirós tuvimos que entrevistarlo mientras conducía el bus de Quepos que maneja desde hace dos años. Canoso y con unas libras más, nos contó cómo ha sido su vida después de la tragedia que lo marcó para siempre aquel 23 de junio del 2003, en aguas del Pacífico.

Llegó a las 10 a.m. en un autobús a la terminal de Tracopa, en San José. Los pasajeros, adultos y niños le agradecían al bajar y hasta le daban algunos mamones y aguacates de los que llevaban en sus bultos. Muchos, como Manuel Picado, no se daban cuenta de que aquel conductor fue el mismo que sobrevivió 25 días a merced del océano, cuando el barco pesquero a su cargo explotó. Cinco tripulantes murieron. Sobrevivieron cuatro.

“Valiente es el que no se doblega”

Cambió el timón, la brújula y el barco por un viejo Volvo que traslada pasajeros por una ruta que sale de Quepos, entra por Parrita, llega a La Gloria de Puriscal, Ciudad Colón y San José.

Sale a las 4 :15 a.m. y llega a las 10 a.m. a la terminal de San José.

Lo abordamos mientras lo lleva a lavar al plantel en La Uruca. Nos dice que “valientes son las personas que no se dejan doblegar. Los que superan pruebas duras. No los que gritan”.

Ello al recordar la lucha que libró junto a su tripulación desde las 3:45 de aquella madrugada fatídica en junio del 2003, cuando un viaje de pesca se trocó en un infierno. En calzoncillos, y algunos con una camiseta, tuvieron que tirarse al mar para huir del fuego que venía de la parte de atrás del barco “Fu Fa Chen” hacia la proa. No hubo oportunidad de salvar nada, ni de usar el radio para comunicar a tierra las coordenadas o el “may day” como él lo llama. Solo lanzaron unas boyas o flotadores usados en la pesca semi industrial, que fueron providenciales en una historia de marineros que le dio la vuelta al mundo.

Asidos a ese grupo de boyas, aferrados a una fe inquebrantable y luchando en medio de fuertes tormentas propias de la época lluviosa, tres de los nueve tripulantes vieron llegar su sueño el 17 de julio del 2003. Al día siguiente, otro fue rescatado. El martes próximo se cumplirán nueve años.

El bus pasa cerca del Gimnasio Nacional. Son las 10:30 a.m. y el capitán responde una llamada de Ana Valverde, su esposa. La mujer que le rogó que dejara el mar. Le cuenta que le fue bien en el viaje, que le acaban de tomar unas fotos y que le están haciendo una entrevista. A las 12 mediodía sale de vuelta. Ama su trabajo actual. Dice que gana la mitad de lo que ganaba en el mar, pero ya sus hijos Jéssica y Ricardo “dejaron el nido” y ahora no necesita tanto dinero como antes para sobrevivir.

Seguimos hablando de vuelta al plantel. Veo que el semblante le cambia, al afirmar que es abuelo de tres niños, hijos de Jéssica.

Son las 12 m.d., me bajo del bus. Próximo domingo: Guadamuz nos relatará que aún sueña con los fallecidos en el viaje.