A María Eugenia Díaz, una noticia que leyó en un periódico venezolano la motivó a salir, una noche, a mirar el firmamento en ese país.
Corría el año 1957 y el mundo estupefacto se enteraba que por primera vez en la historia se enviaría un satélite al espacio exterior.
Acompañada por su hijo Franklin, de 7 años, comenzó una ilusión que 55 años después los juntó de nuevo, esta vez en el Salón de la Fama de la NASA (la agencia espacial de EE.UU.) , en Florida.
La familia Chang Díaz vivía en Venezuela debido al trabajo del padre. La prensa decía que el satélite Sputnik se podía ver en las noches claras.
“Como siempre me gustó observar las estrellas, Franklin me preguntó qué estaba mirando. Cuando le respondí, se subió a un árbol de mango y aunque no vimos el satélite, comenzó a soñar. Cuando se bajó, le nació la idea”.
Lloraron al saber que lo logró
La familia, que entonces era de cuatro miembros, regresó a Costa Rica. Franklin ingresó a la escuela La Salle.
Ahí mismo hizo la secundaria. Sus notas de colegio no eran buenas: se quedó en Matemáticas y en Física. Hubo que pagarle clases aparte para convocatorias
Ramón Chang, su padre, laboraba en construcción de carreteras y se lo llevó a trabajar como engrasador de maquinaria “para que él mismo se pagara las clases y viera lo que era no estudiar”, recordó la madre.
Un profesor de Física, llamado Miguel Acuña, llegó al colegio cuando Franklin estaba en cuarto año. “Fue providencial. Le ayudó y lo hizo un matemático. De hecho, se graduó con honores. De ahí en adelante cambió”.
Una tía le ayudó para irse a Connecticut, Estados Unidos, donde se graduó como ingeniero mecánico en 1973.
En 1980 entró a la NASA. Llamó a sus padres. Ellos no creían que lo iba a lograr porque nunca se había visto un latino ahí. “Fue maravilloso. Mi esposo lloró. En ese entonces trabajábamos en una bomba de gasolina”, recordó doña María Eugenia.
Un año después, don Ramón Chang murió de cáncer, a los 62 años. Antes pudo ir a Houston y vio a su hijo como astronauta. Su esposa nunca ha dejado de observar las estrellas.
“Se le quebró la voz”
Rónald Chang atribuyó a la perseverancia y la inteligencia los logros de su hermano Franklin.
Con 47 años, es la mano derecha de él en la sede de la empresa Ad Astra Rocket, en Liberia.
Dijo que lo más emotivo de la ceremonia en el Salón de la Fama fue cuando a Franklin se le quebró la voz en el discurso.
Elsa, otra hermana, dijo que Franklin es admirable. “Como sabe que me gusta la aviación, me movió a retomar las clases y sacar la licencia. El amor al espacio es algo de familia”, acotó.
Motociclistas retan a la muerte al no usar casco
“Tras el accidente, me cuesta hablar”
Recogen tonelada y media de basura