Dos penosos incidentes protagonizados por jóvenes futbolistas locales el pasado miércoles sacudieron esta semana a la opinión pública.
El más sonado de ellos el arresto del jugador José Salvatierra de Liga Deportiva Alajuelense y de la Selección Nacional, tras accidentarse en un vehículo bajo los efectos de alcohol en San Rafael de Escazú. Cuando lo detuvieron, las autoridades registraron en su organismo un consumo de licor de 0,81 grados por litro de sangre cuando lo permitido es 0,75. Guiaba, además, sin licencia.
Su caso tuvo más repercusión mediática, por ocurrir a primera hora del día en un sector del Área Metropolitana y por haberse tramitado con gran expectativa pública en oficinas judiciales de Pavas y San José centro. El jugador, además, estaba convocado ese día a un entrenamiento de la Selección.
El segundo incidente, vivido el mismo día, lo protagonizó el exjugador saprisista Maikol Ortiz, también detenido en Jacó, al alegar las autoridades que guiaba un vehículo en estado de ebriedad.
Ambos hechos, sin embargo, son reflejo de ese drama nacional producto de la epidemia del alcoholismo.
Dichos incidentes llaman la atención pública por involucrar a figuras deportivas del momento, pero esos o peores hechos, accidentes, riñas, muertes, acontecen a diario a raíz del estado alcohólico de quienes los protagonizan.
Lo lamentable y censurable en el caso de estos deportistas es que son modelo para la sociedad, en particular para nuestros jóvenes.
La vida de los atletas y de los deportistas, en general, reconocidos por sus virtudes competitivas y logros, pasa veloz, para bien o para mal, como el ritmo de sus actividades.
Cuando se percatan, quizás no tienen un logro importante por recordar sea como futbolista o atleta de alto rendimiento. No se consolidan académica ni profesionalmente. Ni se asientan como personas y ciudadanos.
Por eso, los deportistas, como cualquiera otra persona, deben aprovechar cada oportunidad que se les presenta y manejar con mucha cautela, sobre todo, su vida privada.
Porque si su actuar es irresponsable aquel reconocimiento público deriva, como en estos casos, en justificada crítica y reproche públicos.
Ante el incidente de Salvatierra, el cuerpo técnico de la Selección Nacional actuó con buen tino al separarlo de la convocatoria. “Es un orden que hay que cumplir, que tiene que haber en cualquier organización”, sostuvo el entrenador Jorge Luis Pinto. Alajuelense tiene pendiente su decisión. En este caso, se trata de un joven con una carrera promisoria, pero a quien el incidente debería servirle de lección.
Y que sirva, también, de espejo a deportistas y a nuestra sociedad, en general, para no cesar en la lucha contra un mal crónico que tanto dolor y sufrimiento abate sobre el país.