Aguirre. - En una loma, cerca del muelle de Quepos, hay 27 hectáreas de vegetación y construcciones casi octogenarias como mudos testigos del estilo de vida que llevaban los capataces estadounidenses que llegaron a ese cantón con el auge de las bananeras, a mediados del siglo pasado.
Sólo 18 familias viven en la zona, que desde junio del 2009 quedó, vía decreto, en manos del Ministerio del Ambiente, Energía y Comunicaciones (Minaet).
Aparte de ser un patrimonio natural del Estado, ocupa la Zona Marítimo-Terrestre.
En la Asamblea Legislativa espera trámite una iniciativa para declarar esa ciudad patrimonio histórico arquitectónico.
Mientras tanto, en Quepos toma fuerza la idea de recuperarla y darle potencial para fomentar el turismo.
Casonas de madera conectadas por calles de cemento, escuela, salones, canchas de tenis y parques de juegos para niños. Piscina, un viejo muelle, el antiguo hospital y otras obras levantadas desde 1938 se deterioran con el paso de las décadas.
No se les puede dar un mantenimiento ordinario, ya que por su carácter histórico “el Estado mandó a preservarlas, aunque no provee los elementos legales ni financieros para reparar las destartaladas casitas”, dijo Isabel León, alcaldesa de Aguirre.
A su juicio, allí existen viviendas de mucho interés histórico que quieren rescatar. “Deberían usarse otras edificaciones para albergar oficinas de gobierno y sacarle provecho también a las instalaciones deportivas.
Con un museo histórico, los turistas y actuales habitantes podrían conocer más sobre el origen de Quepos, sus costumbres y habitantes, afirmó León.
Elementos de identidad
Coincide con ella la representante del ICT, Hilda Sibaja, para quien la zona americana debería ser un centro histórico de la ciudad. Se ofrecería, a quienes llegan en cruceros, fotos antiguas, herramientas de la época y la misma ciudad para posicionar la identidad cultural de la zona.
De momento, la municipalidad no puede arreglar las calles, el ICE no puede mejorar la corriente eléctrica ni tampoco Acueductos y Alcantarillados ampliar el suministro de agua potable.
Se coordina entre entidades públicas y privadas para formalizar un convenio y usar algunas instalaciones.
Se crearía una biblioteca, el museo histórico, instalaciones para la Fuerza Pública y Policía Turística e incluso se integraría una orquesta que se presente en el antiguo club americano, como ocurría décadas atrás.
María Lourdes Ávila, lugareña, dice que ahí podría funcionar una universidad.La Academia Nacional de Guardacostas tiene interés en usar las áreas deportivas.
Carlos Vinicio Cordero, director del Área de Conservación del Pacífico Central, explicó que hay procesos de desalojo pendientes.
Uno de ellos es con la empresa Palmatica, que no ha desalojado unas instalaciones que usaba tras el contrato de concesión con el Estado.
Añadió que el Tribunal Contencioso Administrativo tendrá que decidir también sobre el futuro de la fundación Protureco, que está instalada en la escuela y el colegio ecológico de Quepos, ambos dentro de la zona americana.
Entre quienes viven ahí actualmente hay exempleados del viejo hospital, que actualmente funciona como bodega de CCSS. También exempleados de la bananera a quienes la United Fruit Company les vendió las casas, mas no los terrenos, que quedaron en manos del Estado en 1972.
Por el mar
Era de muy difícil acceso
La colonización de Parrita y Aguirre fue a fines del siglo XIX. Sólo se podía llegar ahí por mar desde Puntarenas o a caballo desde Pérez Zeledón, pero bordeando por la zona de Los Santos.
De impacto bananero
En 1924, el alemán Agathon Lutz compró una finca en las llanuras del río Parrita para cultivar banano de exportación. Allí se establecieron las primeras bananeras del Pacífico.
Auge llegó por el mar
En 1939 se inauguró el primer muelle de Quepos luego de que la United Fruit Company, instalada en el Caribe, se fue al Pacífico. Ahí inició la construcción del hospital, la iglesia y talleres de la zona americana. Eso impulsó el desarrollo económico de toda la zona.
Vivieron aquel esplendor
Con la mirada gastada y los años encima, Alfredo Borrás, barbero y vecino de Quepos, de 71 años, recuerda todo el progreso que la zona americana aportó al cantón y a todo el país.
“El muelle trabajaba incesantemente las 24 horas. Yo nací en el viejo hospital”.
Agregó que en la zona americana se reunía lo más selecto de la aristocracia de Aguirre. Llegaban empleados de alto rango de United Fruit Company y sus familias, que disfrutaban de las instalaciones.
Según dijo, había un club, un salón para boliche, barbería, cine, piscina y hospital. “Era una ciudad dentro del mismo cantón”. Los materiales fueron traídos de Estados Unidos.
Borrás, hijo de padre español y madre costarricense, aprendió ahí el oficio con el que siempre se ha ganado la vida.
Una investigación del Ministerio de Cultura determinó que en el club se celebraban los 24 y los 31 de diciembre, así como todas las fiestas patrias de aquí y las estadounidenses. Se festejaban los matrimonios y las graduaciones.
Pedro Cabezas, vecino, dijo que difícilmente volverá a haber algo en Aguirre como lo era el club americano.
Está de acuerdo con rescatar lo que queda del lugar.