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Domingo 3 de julio de 2011, San José, Costa Rica

Sitio de interés público, según el Minaet

La Marina es cuna y refugio de flora y fauna

Hugo Solano

hsolano@aldia.co.cr

San Carlos.- Al unísono, el sonido de cientos de cigarras comúnmente conocidas como “chicharras” reciben a los visitantes del zoológico La Marina, cuya entrada está frente a la bomba de igual nombre, nueve kilómetros al noreste de Ciudad Quesada, carretera a Aguas Zarcas.

Un emu, ave australiana de casi dos metros, alas rudimentarias, plumas oscuras y patas pardas, impresiona de primera entrada a los visitantes –en su gran mayoría nacionales – que desde hace 54 años visitan este lugar.

A pocos pasos de ahí, tímidos se pasean con libertad los cervatillos, las guatusas y martillas que buscan alimento natural.

En 1957, un pizote albino fue el primer animal en llegar al proyecto nacido ese año, cuando la familia Rojas Alfaro, preocupada por la destrucción de la flora y fauna nativa de la zona, creó un pequeño centro de rescate de plantas y animales

Ahí se reproducen

Actualmente la propiedad, de ocho hectáreas, alberga más de 80 especies, entre ellas leones y perezosos. Estos últimos a nuestra llegada mantenían un cortejo en lo alto de una ceiba.

Con un chillido largo y agudo, como el de un pájaro, el macho atraía a la hembra.

Aquí han nacido los perezosos, venados, saínos, monos y principalmente la danta o tapir, que es el mamífero hervíboro más grande de la región y uno de los más grandes de América. Llega a pesar 300 kilos.

Un total de 18 dantas han nacido y sólo la última, de mes y medio, podría fallecer por una bronconeumonía que la afecta.

La danta o tapir caracteriza al zoológico porque desde 1996 hasta el 2011 las condiciones naturales han facilitado esa proliferación.

Los animales aquí tienen espacios grandes para movilizarse. Dos leonas africanas, que se alimentan con siete kilos de carne cada una, tres veces por semana, pereceaban este martes.

Una de ellas, llamada Rossi, fue donada por la BBC de Londres, que la trasladó desde Inglaterra para mejorar sus condiciones en cautiverio.

La otra, llamada Dinorah, llegó en un taxi una mañana de tantas hace cuatro años y el taxista solo la dejó a la entrada y se fue.

Al igual que ella, llegan al lugar decenas de animales silvestres, muchos retenidos como mascotas y despreciados luego, otros heridos o decomisados por el OIJ y la Fuerza Pública.

Cocodrilos, monos colorados, serpientes, gavilanes, el zopilote rey, amenazado de extinción por la pérdida de su hábitat; iguanas y saínos, son parte de la fauna.

Las variedades de plantas exóticas y árboles que dan sombra y alimento a muchas ardillas e insectos también es amplia.

Durante tres horas recorrimos la finca, a una temperatura de 28 grados que parecía ser mayor por el bochorno que caracteriza las mañanas de la estación lluviosa en la zona norte.

Además de turistas nacionales y extranjeros, que pagan ¢2.500 por entrar y ¢1.500 si se trata de niños, llegan al lugar estudiantes interesados en saber más del mundo vegetal y animal.

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