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Domingo 16 de octubre de 2011, Costa Rica

Milenaria tradición apenas subyace

Artesanía de Guaitil en encrucijada

Hugo Solano

hsolano@aldia.co.cr

Santa Cruz.- Del pesado barro que del cerro bajan al hombro estos guanacastecos, saldrá el sustento de unas 100 familias.

En Guaitil guardan ancestrales técnicas donde la mezcla entre el arte Chorotega y el de la Gran Nicoya, engendra figuras muy apreciadas por el turismo.

El poblado está 12 kilómetros al este de Santa Cruz. A ambos lados de la calle pavimentada se observan desde la entrada, las ventas de tinajas, jarrones, ánforas, máscaras y otras piezas de variados tamaños y colores.

Una plaza al fondo, el templo, la escuela, casas, pulperías y unas sodas pequeñas conforman el centro de este pueblo, que lleva el nombre de un árbol. Justo frente a la escuela, hay un palo de guaitil.

La fábrica de los Ceramistas Unidos de Guaitil, junto a la Iglesia Bíblica, abre a las 6 a.m. Allí, un equipo de este medio presenció el laborioso proceso.

Descalzo, como en una especie de danza y sudando, encontramos a Alexander Chavarría, de 47 años, encargado de pisotear el barro de olla, mezclado con agua, “arena de iguana” y arcilla.

Durante una hora se mantiene este ejercicio hasta que el barro adquiere la contextura necesaria para formar luego las hermosas obras de arte.

Mientras tanto cerca de ahí, bajo el mismo galerón, Andy Campos moldea varios jarrones. Luis Gutiérrez pinta una vasija y Gustavo Pérez vacía un saco de barro de olla. Según Gutiérrez, este local tiene unos 100 años y lo han usado varias generaciones.

Lamento en común

La merma en el turismo que afectó al país años atrás también impactó a estos alfareros y se agrava porque muchos sitios de donde se extrae el barro están en manos privadas.

“Ahora tenemos que comprar en ¢4.000 el saco con 15 kilos” afirmó Gutiérrez.

Toda una mañana, Al Día estuvo en el pueblo y no entró un solo comprador, ni en busetas ni en carro particular.

Los ocho trabajadores del local, preocupados, continúan alistando las piezas de cerámica a la espera de mejor suerte.

Con un pilón, muelen el barro seco y el curiol, una especie de piedra que ellos llaman “muñeco”, de la que obtienen colores.

Todo el proceso es manual. La única máquina que tienen es hecha con dos piezas circulares, un rol y un disco de cocina. Les sirve para girar las vasijas.

Hacen jarrones con caladuras o relieves en las vasijas, así como grecas o dibujos que usaban los chorotegas. Esos son parte de los adornos en las artesanías.

Una característica de la zona es que las pinturas y el barro son naturales.

Los productos se someten a temperaturas de hasta mil grados en hornos y conservan el brillo que les da la piedra “Sukia”.