Periodista
No solo lo decía Pedro Navaja, ni a su manera, Don Quijote. La vida es una caja de sorpresas o de bombones como también lo señaló la madre de Forest Gump antes de morir: “nunca sabes cuál te va a tocar”.
Por eso apostamos todo el tiempo decisiones sin la certeza de salir ganando, pero tampoco de salir perdiendo.
A cada decisión, una consecuencia como lo sentenciaban las abuelas y los refranes de la sabiduría popular: “No se puede tener todo”, “El que mucho abarca, poco aprieta”, “Dime de lo que presumes y te dire de lo que careces”.
Y aunque nunca sé cuál sabor vendrá de relleno en el chocolate, yo no dejo de asombrarme y agradecer por el don de la vida. A ella se aferran los moribundos con terquedad inquebrantable.
Los más vividos saben que después de todo, es mejor estar en el más acá que en el más allá.
Los más jóvenes corren tras las dádivas que, a veces, promete aunque no cumpla y los que como yo estamos en el medio, recibimos gustosos las migajas de ese tiempo prestado que se le caen de la bolsa.
Cada ser vivo está dispuesto a negociar hambre y frío a cambio de un ratico más, preferimos andar de la mano de la vida aunque ande descalza y despreocupada de brindarnos un abrigo, que darle un abrazo a la muerte que sin duda nos ofrece un lecho seguro y eterno bajo tierra.
La vida es una caja de sorpresas y ¿a quién lo gustan los acertijos? Nadie gana, nadie pierde solo estamos aquí y ahora disfrutando el privilegio de sobrevivir. De cada par de manos depende el pan que en cada mesa, el sudor es un gran premio a quien respira.
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