Nacionales
Domingo 28 de octubre de 2012, Costa Rica

Cosas de la vida

Estas últimas noches de octubre...

Ana Coralia Fernández Arias

Periodista

Los encontré debajo de un poste de luz, guareciéndose de la incadescencia de la lámpara.

Tarde como era, nadie en la calle podía socorrerme, así que me resguardé en un arbusto para que no se notara mi presencia.

Ella, era como la imaginaba: alta, demacrada, el cabello suelto sobre los hombros sin cuidado alguno; un vestido pardo hasta media pierna y los pies ambarrialados hasta decir basta, lo que en época lluviosa no es raro, considerando el estado de las calles.

La acompañaba el perro, jadeante, pero no agresivo. La cola entre las piernas y pegadito a ella como atemorizado. ¿Quién ha visto un zaguate de semejante tamaño amedrentado?

El vehículo, estacionado a la orilla de la acera de acuerdo con la normativa de la nueva Ley de Tránsito, aunque a esa hora poco importaba que no tuviera retrovisores y luz de ‘parking’. Nadie le hubiera hecho un parte y tampoco creo que lo hubieran pagado.

Ella miró hacia a todo lado. Acarició al perro y dio las instrucciones: - Cuando yo les diga, nos vamos, pero despacio, sin hacer ruido, ni llamar la atención. Es una tirada que haya tanta luz y tanta alarma y tanta gente con armas y aterrorizada por el hampa.

No más se topan con nosotros y les da por dispararnos y llamar al OIJ. El perro asintió moviendo la cola y las ruedas del vehículo se movieron un poco, esperando la señal...

-¡Ya!-, dijo con voz firme, pero serena. Y los tres avanzaron hacia la oscuridad hasta perderse en un recoveco de la callecita solitaria.

Definitivamente, la Llorona, el Cadejos y la Carreta sin bueyes, no tienen sitio en el presente.