Estelia Rojas Alfaro es una de las cientos de mujeres sancarleñas que alumbraron con la generosa intervención de María Francisca Morales.
Rojas vivía en San Francisco de La Palmera, en medio de la montaña. A falta de puente, los lugareños tenían que cruzar el río Kooper a nado o a lomo de bestia. En nueve de sus ocho partos la asistió doña Francisca. “Ella era mi tabla de salvación, pues para salir hasta el hospital en Ciudad Quesada se tardaba hasta día y medio, siempre y cuando no estuviera lloviendo. “En vista de las circunstancias, más tardaba en comenzar a sentir los dolores de parto que en mandarla a llamar o trasladarme a su casa
“Le tenía mucha fe, pues tenía unas manos muy delicadas, suaves como si fueran las manos de un ángel. Con ella siempre me fue muy bien”, contó doña Estelia.
Esta madre resalta con cariño que doña Francisca nunca le cobró ni cinco céntimos por la labor de parto.
“Ella lo hacía por vocación, por su gran espíritu de servicio. Soy testigo de que a las mujeres más necesitadas les regalaba ropita para el nuevo hijo y hasta las alimentaba para que recuperaran las fuerzas perdidas”, reveló.
Rojas recuerda como cada vez que en alguna finca de la zona una mujer estaba por dar a luz, doña Francisca hacía sonar un caracol, que era la señal de que necesitaba un caballo para cruzar el río.
La partera, hoy retirada, aún conserva ese caracol y las tijeras que usó en la mayoría de los partos.
María Isabel Rojas y su hermana Elisa, dos de las hijas de doña Estelia –a quienes María Francisca ayudó a traer al mundo – definen a esa noble madrina como una mujer “sencillamente extraordinaria.
“Para nosotros es un orgullo poder contar con su amistad. Todos los reconocimientos que le han hecho a nivel nacional y local los tiene muy merecidos” sostienen.